Encaramos otro año más con el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha de origen en la tradición de lucha de la clase obrera por haber sido instituida en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en 1910, secuestrado por la clase que nos explota y oprime para convertirlo en una fiesta interclasista de todas las mujeres y ahora también de los hombres que se sienten mujeres.
Pero las trabajadoras no tenemos nada que celebrar, y menos al lado de las mujeres de la burguesía que en creciente número ocupan cargos en las empresas, los bancos y las instituciones políticas.
No tenemos nada que celebrar porque seguimos sin organizaciones de clase potentes que nos permitan plantar cara al despojo que estamos sufriendo de los servicios públicos (salario indirecto: sanidad, educación, dependencia…), que repercute de manera especial sobre nosotras; a la subida de los precios de los alimentos y la energía, a la dificultad de acceder a una vivienda digna sin peligro de que nos desahucien, a la reforma laboral que precariza nuestras condiciones de trabajo, a la doble jornada de las que combinamos un empleo inestable con el trabajo del hogar y el cuidado de niños y otros dependientes.
Las mujeres de clase trabajadora seguimos siendo mayoritarias en los empleos no cualificados y peor pagados, algunos sin contrato especialmente entre las que carecemos de permisos de trabajo y residencia; mayoritarias también en los contratos a tiempo parcial y entre los perceptores de pensiones no contributivas, con las que apenas puede una persona mantenerse.
Seguimos teniendo mayor riesgo de sufrir acoso sexual en el trabajo -también racismo y xenofobia- sin que podamos denunciar por miedo a que nos despidan, a no poder salir de una situación de maltrato por carecer de medios materiales y de ayudas de un gobierno que se dice feminista, a caer en la prostitución cuando nos vemos solas con hijos, sin apoyos familiares ni recursos propios; a que nos quiten la custodia de nuestros hijos simplemente por ser pobres, haber sido víctimas de maltrato o desahuciadas.
El capitalismo, en su actual fase de declive de la tasa de ganancia, por la mano ejecutora de los gobiernos, sean del color político que sean, arremete privatizando los servicios públicos (ocultado bajo el bonito nombre de “concierto público-privado”), aumentando la explotación en el trabajo con horas extraordinarias no pagadas, invirtiendo el dinero de nuestros impuestos en la industria armamentista que llaman Defensa, para alimentar guerras allí donde quienes sufren y mueren son también los y las de nuestra clase, mientras nos quitan la atención primaria, los pediatras, las escuelas públicas infantiles, los centros de día, las residencias...
Pero las mujeres trabajadoras no somos víctimas sufridoras. Si hay algo que celebrar en este día es la lucha de las empleadas de Inditex en La Coruña, la de las auxiliares de ayuda a domicilio en Asturias, Cataluña y otras localidades contra los conciertos de su servicio con empresas privadas, la de las empleadas de hogar que, por fin, tras muchos años, ven realizada su demanda de estar incorporadas al régimen general de la Seguridad Social; la de las médicas, enfermeras y otro personal sanitario en varias zonas del país, la de las limpiadoras del Guggenheim en Bilbao, la de las recolectoras agrícolas inmigrantes que crean organizaciones propias contra la sobre-explotación a que se las somete, la de las madres, abuelas y miles de vecinas de los barrios obreros que se manifiestan en defensa de la sanidad pública.
Debemos celebrar asimismo el esfuerzo de algunas organizaciones feministas contra los intentos de la clase capitalista de convertir la prostitución en “un trabajo más” y de legalizar las madres de alquiler, viejos y nuevos nichos de ganancia a costa de las mujeres más pobres. Igualmente, su lucha -nuestra lucha- contra la pornografía, la hipersexualización de la imagen de mujeres y niñas que se refuerza en la publicidad, las llamadas industrias de entretenimiento y los medios, así como contra las nuevas formas de sexismo que la ideología transgenerista, fomentada y bien financiada por los gobiernos “progresistas”, van introduciendo en las escuelas desde la primaria, lo que está provocando el aumento exponencial de niñas y adolescentes que no quieren ser mujeres y caen víctimas de empresas químico-farmacéuticas y médicas que les prometen transformarlas en varones, cuando, en realidad, serán pacientes para toda su vida.
El problema es que todas estas son luchas parciales. Para que realmente sean efectivas y podamos revertir el ataque brutal de que estamos siendo objeto como trabajadoras y como mujeres, necesitamos reforzar la solidaridad de clase, ir convergiendo en organizaciones unitarias, independientes de los partidos que dicen representar a “la gente” y de los sindicatos que se han vendido a la patronal.
La opresión de las mujeres de clase trabajadora es de carácter social. Por ello, nuestra emancipación, que es imposible en el marco del sistema capitalista, sólo podremos lograrla con la emancipación de toda la sociedad, con la lucha unitaria con nuestros hermanos y hermanas de clase hacia el socialismo.
Por un 8 de Marzo combativo ¡Viva la lucha de las mujeres trabajadoras!
Comisión de Feminismo del Espacio de Encuentro Comunista, marzo de 2023.