La izquierda, desaparecida sin combate



Desde hace largo tiempo muchos tenemos la impresión de que derecha hay mucha, muchísima, pero que la izquierda apenas existe y está en proceso de desaparecer. O es que está muy escondida.

No se trata de ser más o menos radical, que también, sino de la brutal desproporción entre un capitalismo que se ha quitado definitivamente la careta “humana” y que vuelve por sus fueros más sórdidos y violentos en esta Europa que algunos llamaban civilizada y progresista no hace tanto tiempo y la respuesta política desde las llamadas “izquierdas”. Si son ustedes asalariados, clase trabajadora, aunque ahora “dicen” que tondos somos clase media, y hacen un repaso mental desde un año antes de esta larguísima fase de la crisis sistémica mundial (sitúense en España en 2007), el paisaje resultante en Mayo de 2016 es absolutamente devastador. No creo necesario cansarles con la larga lista de involuciones legales de los dos gobiernos del capital que hasta ahora hemos tenido (PSOE y PP). Y pongo la mano en el fuego, sin riesgo de abrasarme, de los que pudieran sustituirlos.

¿Frente a eso qué tenemos? Un “progresismo”, no una izquierda, mendicante, blandengue y pusilánime, acomplejado de su identidad histórica, que reniega hasta de su propio lenguaje, que hace rebajas permanentes en sus programas, empeñado en dotarse de un aura viscosa de respetabilidad burguesa y que se ha ido corriendo, en efecto dominó y en carrera de relevos hacia la derecha, según la crisis capitalista iba avanzando.

No hablo del PSOE, un partido de derecha civilizada, aunque habría que peguntar si fue civilizado el trato a la clase trabajadora del último gobierno Zapatero o si lo fueron los Ministros del Interior de Felipe González. Lo suyo es ser uno de los dos títeres con los que el IBEX 35 sigue detentando su poder; el económico, el auténtico poder.

    PSOE, un partido de derecha civilizada

Hablo de los partidos, coaliciones, confluencias y otros enjuagues de las organizaciones y otros proyectos no cuajados que dicen estar a su izquierda y exhiben su impúdico cinismo programático en el supermercado de marcas electorales.

El “realismo político” más desvergonzado se ha asentado en lo que antes era “la izquierda”, lo que ha hecho de ella algo irreconocible para muchos que peinamos canas y que nos negamos a la amnesia en la que aquella, en alianza con una parte de los medios de desinformación, han querido enterrar a varias generaciones de trabajadores, para desclasarlas y amansarlas definitivamente.

    El “realismo político” más desvergonzado se ha asentado en lo que antes era “la izquierda”

La cosa se empezó a torcer dentro del espectro a la izquierda del social-liberalalismo (Partidos Socialistas europeos) cuando los Partidos Comunistas y excomunistas se hicieron de pleno socialdemócratas (ya lo eran en buena medida al menos desde los años 60 del pasado siglo), haciendo suya, de facto la vieja idea gradualista de Bernstein, el enterrador del marxismo en la socialdemocracia alemana, cuando dijo lo de “El movimiento lo es todo; la meta final no es nada”. Se abrazaban a un reformismo chato del que desaparecía “de facto” el horizonte del socialismo, instalándose en un capitalismo de eterno retorno. El caso es que, si el movimiento lo es todo -las reformas-ahora ha girado en sentido inverso la aguja del tiempo, con lo que vemos para qué sirvió.

Empeoró mucho más cuando, con los movimientos antiglobalización, en parte sufragados por las propias fundaciones y élites globalistas y con la llamada “izquierda radical” (ex maoístas y trotskistas), convertidos en una especie de coordinadora de movimientos sociales (feminismo burgués de corriente anglosajona, ecologismo, animalismo, consumerismo, antiglobalización, etc). Desapareció así la clase trabajadora como eje de un proyecto de trasformación política y social.

Menos mal que entre veganos, animalistas (Capital Animal, un nuevo lobby con mucho colaborador  notorio) y especistas han ideado un concepto que salvará el factor de clase: según ellos, los animales son trabajadores. No estoy bromeando. Este viernes 20 de Mayo se ha presentado en Madrid el libro de un “figura” llamado Jason Hribal, “Los animales son parte de la clase trabajadora”. Ardo en deseos de ver cómo explica la explotación laboral de las iguanas caseras sin existir salario y el modo en que se les extrae la plusvalía a los ornitorrincos en base a la teoría del valor-trabajo de Marx. Tantos años quemándose el de Tréveris las cejas para elaborar un análisis que el capital no ha podido refutar para que llegue un “cuñao” y suelte una… de este calibre. Ahí, con un par.

Total que hoy esas que ayer fueron izquierdas nos hablan de transversalidad y ciudadanía (disolventes del antagonismo de clase), de inclusividad del 99% contra el 1%, aunque en ese 99% haya un % significativo de empresarios de PyMES que explotan trabajadores, y se amagalman con neoperonistas de “la patria”, “la gente”, “la casta” (termino del que dejaron de hablar en cuanto debutaron en ella) y los “significantes vacíos”, a rellenar con el potaje oportunista que les apetezca.

Pero ninguno de ellos les dirá que el Estado no es neutro, que reviste una naturaleza de clase, como tampoco lo son las instituciones de Bruselas, que exigen ya al futuro gobierno el recorte de 8.000 millones de euros, que todos debiéramos saber, menos los ilusos, de dónde saldrá. Si ganan los de la ciudadanía, combinados con los del “núcleo irradiador”, habrá que ver cómo explican que la Syrizada que harán es mejor que las recetas de caballo de Rajoy o de Zapatero. Esto sin contar con la incorporación a su alianza preelectoral de anarcocapitalistas y ultraliberales mal disfrazados.

Y es que cuando hay que rebajar el perfil ideológico para que entre en la urna, en ella no cabe la lucha de clases. Ellos prefieren los besos de labios multicolores y los ataques psíquicos contra la bolsa de los “indignados” y, cuando se inflaman de fervor guerrero, las “manifestaciones de hologramas”. Esa es su base social. La misma que la de la “izquierda francesa”, los jóvenes burgueses bohemios (“bo-bos”), que pactan con los CRS la hora de dejar la plaza e irse a la cama, las 4 de la mañana, tras mucha performance y mala poesía. La clase obrera trabaja al día siguiente y madruga, aunque luego es la que de verdad se enfrenta a las medidas de Hollande con sus huelgas.

No sé sorprendan de que un 25% de los votos de la UE recaigan ya en partidos fascistas y prefascistas que abanderan la rabia social, aunque en sentido reaccionario. Los “progres” los están trayendo, con su conversión en fuerzas defensoras, pero menguantes, del orden burgués, en lugar de dar a esa rabia fuerza y dirección realmente anticapitalistas y socialistas.


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