Documento IV Asamblea: contexto y áreas de intervención



La situación económica mundial se puede considerar en un estado de estancamiento, después de una doble crisis: la principal en 2007 y una recaída en 2012. En la segunda de ellas se ven también afectadas las economías emergentes, que habían salido relativamente indemnes de la primera. La Unión Europea es una de las zonas más afectadas.

La crisis sigue el patrón de sobreacumulación de capital, pues no hay inversiones suficientemente rentables para el capital acumulado. No es un problema nuevo, pues muestra sus primeros síntomas a finales de los años sesenta. Si durante décadas esta situación se palió mediante el recurso a medidas englobadas bajo el nombre de neoliberalismo y mediante la expansión financiera, en los últimos diez años ya no funciona ni eso. Ante la falta de perspectivas de una rentabilidad suficiente para el capital, cae la inversión y, con ella, la productividad. El trabajo se mantiene gracias a la sobreexplotación.

En esta situación, la pelea por los escasos beneficios genera tensiones entre capitalistas.

En EEUU se acentúa el recurso a la confrontación imperialista, dejando atrás la política anterior de acuerdos bilaterales en la que se negociaba un beneficio para los capitalistas de ambas partes. En el terreno económico esto se manifiesta en la búsqueda -mediante el alza de los tipos de interés- de capitales internacionales que sufraguen una política militarista mientras en casa se bajan los impuestos a empresas y rentas altas. Esto comienza a desestabilizar todo el modelo internacional de promoción global de la inversión seguido tras 2012, generando un gran riesgo de recaída en una crisis que nunca se ha ido.

En la Unión Europea el escenario es más complejo por su carácter plurinacional. Por un lado hay una serie de contradicciones económicas capitalistas no resolubles entre intereses nacionales en un ámbito de leyes compartidas -no resolubles por el carácter automático por el que actúa la ley del valor-. En este contexto, las reglas de juego las marca el capital más fuerte, el centroeuropeo. En el resto de naciones, solo los grandes capitales se ven beneficiados por estas reglas. Esto genera dos tipos de tensiones, ambas entre capitalistas: por un lado, entre capitales de un mismo país y, por otro lado, entre intereses de dos tipos de capitalistas para sostener o romper la Unión Europea. En cualquier caso, los trabajadores, al no disponer de organizaciones de clase dignas de ese nombre, se ven arrastrados como fuerza de choque en conflictos de clase ajena.

En cualquier caso, ninguno de los escenarios descritos son amenaza para la globalización, que es un proceso intrínsecamente ligado al capitalismo. Las tensiones entre capitalistas o interimperialistas cambian las reglas de las relaciones, pero el entramado de relaciones mercantiles afianzado en las últimas cuatro décadas no ha perdido su papel central, y cualquier reestructuración futura deberá asumirlo como un componente esencial. En muchos aspectos la globalización se ha acentuado en los últimos años.

España ha participado en el escenario descrito desde el papel que le corresponde por su especificidad histórica, su posición en las cadenas globales de valor y su encuadre dentro de la Unión Europea. La crisis de 2007 le afectó de forma especialmente dañina por los desequilibrios de producción y deuda generados en el seno de la UE por la aplicación de la ley del valor en espacios con distintas productividades.

La labor de los gobiernos de Zapatero y Rajoy tuvo dos objetivos. Por un lado, el de garantizar las ganancias obtenidas -pero aún no materializadas- en el período previo a la crisis. Así se entienden los rescates bancarios o la reforma exprés de la Constitución para garantizar el pago de la deuda. Por otro lado, el abrir un nuevo ciclo de acumulación, favoreciendo la obtención de beneficios futuros. Conseguir esto en un país caracterizado por la baja productividad de su capital solo es posible a través de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. En los últimos diez años ha habido una ofensiva capitalista abierta y brutal contra los derechos laborales y el salarios directo, indirecto y diferido.

A ello se han sumado los factores contrarrestantes que actúan automáticamente en el capitalismo como respuesta a las crisis: inversiones ahorradoras de trabajo y costes, optimizaciones en el proceso de distribución, apertura de nuevos nichos de negocio con relaciones laborales menos reguladas, venta a precio de saldo de activos fijos públicos y privados, reducción del número de competidores y mayor concentración de capitales.

En el caso de España han actuado también una serie de factores coyunturales excepcionales que hacen temer que esta recuperación capitalista local tenga los pies de barro. Los bajos precios del petróleo benefician comparativamente más a un país poco productivo con una alta dependencia de él. El sector turístico se ha visto beneficiado por la caída de los destinos directamente competidores. Por último, las medidas económicas puestas en marcha por el BCE para ayudar a los países de centroeuropa tras 2012 ha servido como un balón de oxígeno a los países de la periferia.

Es decir, los trabajadores han cargado con todo el sufrimiento de la recuperación capitalista, a la que ellos no han tenido acceso, y es posible que esa recuperación no dé más de sí.

Frente a esta ofensiva del capital los trabajadores no han presentado ninguna respuesta de clase.

Los sindicatos de concertación han intentado mantener su posición de interlocutores válidos del poder, lo que les ha forzado a echarse a un lado y dejar actuar al capital, asumiendo meramente la protesta simbólica imprescindible y la negociación de las condiciones mínimas de la derrota.

A esto se une una desarticulación paulatina e ininterrumpida desde 1978 del marco regulador de las relaciones laborales, lo que hace que hayamos alcanzado el momento en que la mayoría de la clase trabajadora nunca haya estado organizada. Por otro lado, las nuevas áreas de expansión del capital (el sector de la distribución, los centros logísticos, las empresas tipo Uber, etc) y la fragmentación de la clase (temporalidad, medias jornadas, inmigración, falsos autónomos, etc) sitúan a amplios sectores de la clase trabajadora fuera de la cartografía clásica de las organizaciones sindicales y de clase.

Por último, las organizaciones que -aunque sea de manera hipócrita- decían representar a la clase trabajadora sí que han evolucionado su discurso, pero en sentido inverso. El concepto de clase ha desaparecido definitivamente, diluyéndose en una sopa de reivindicaciones sociales, identitarias, interclasistas. La confrontación capital-trabajo ha sido minuciosamente eliminada de cualquier tipo de discurso.

Este escenario, unido a las tensiones descritas entre tipos de burguesía, es el caldo de cultivo ideal para el florecimiento de una extrema derecha más o menos fascista, que ofrece “explicaciones” fáciles a los problemas que la izquierda ha dejado de explicar.

Conclusiones

No es la intención en ningún caso pronosticar aquí si el PIB subirá el próximo año un uno por ciento o bajará tres cuartos, si las economías europeas comenzarán a salir del estancamiento o si el paro bajará otro medio millón a base de condiciones de vergüenza.

Y no es que esto no sea importante para millones de trabajadores, lo es y mucho. Un pequeño cambio en estas variables puede significar el llevar un sueldo a casa, aunque sea en unas condiciones de máxima explotación. La lucha política y sindical es la única manera de mover estas condiciones todo lo posible a nuestro favor aquí y ahora, y hay que pelearla. Pero, como hemos visto, el capital opera dentro de unas leyes internas estrictas. No hay posibilidad de alterar esas condiciones arbitrariamente a nuestro favor dentro del capitalismo hasta el punto de poner en riesgo el beneficio. Solo el objetivo de acabar con la propiedad privada de los medios de producción, acabar con el capitalismo, nos daría la libertad de plantear una nueva economía en la que no exista una lógica de la ganancia privada que se superponga a la lógica de la utilidad social.

Pero para llegar a eso hay que partir de dos realidades. La primera es la de nuestra propia debilidad, que no permite articular la respuesta que el ataque del capital merece. La segunda es la constatación de que el capitalismo no está en ninguna fase terminal que anuncie su caída automática. Sus fases de crecimiento han perdido la intensidad que alcanzaron en la etapa de beneficios fáciles tras la posguerra, pero a cambio de eso crece en extensión a lo ancho del mundo.

Hay que asumir que tenemos ante nosotros un trabajo paciente, pegados al terreno y construyendo desde abajo. La formación marxista es necesaria para que podamos explicar el sistema y no limitarnos a narrar acontecimientos. Tenemos que tener lista la mirada de clase sobre las cosas que nos rodean, capacidad que sólo podemos desarrollar practicándola. Hay que ir adonde está la clase trabajadora actual, rehacer el censo de la clase en la logística, en los multiservicios, en los call-centers, en la hostelería, con los repartidores, con los falsos autónomos, con los inmigrantes, con los jóvenes que trabajan gratis “para aprender”, etc.

Por supuesto, hay que aprovechar la realidad inmediata. Si en estos momentos la economía española permite un descenso del paro y los capitalistas presumen de recuperación, hay que estar ahí para avivar las reivindicaciones que se despiertan en estas situaciones. Y no solo las salariales; hay que reintroducir el recuerdo y la lucha por derechos que perdimos hace unas décadas y explicar porqué nos los quitaron: queremos empleos indefinidos a jornada completa, queremos que nos contrate directamente la empresa que nos necesita y no utilice intermediarias, queremos recuperar las cotizaciones sociales de las empresas para pagar las pensiones, etc. Pero en cualquier caso, esto no son más que reivindicaciones inmediatas. El objetivo clave es aprovechar para crear organización autónoma de los trabajadores; una organización ineludiblemente internacionalista en dos direcciones. Hacia el interior debe reconstruir un discurso global de clase que haga frente a las alternativas creadas desde todo el arco burgués: desde el ciudadanismo al incipiente fascismo. Hacia el exterior es imprescindible comenzar a establecer nexos a nivel europeo; si la partida se está jugando a ese nivel por parte del capital, nosotros no podemos permanecer al nivel nacional.

Si solo se consiguen reivindicaciones inmediatas sin haber creado organización, la próxima crisis llegará y nos quitarán las migajas que recuperemos ahora más una dosis adicional para volver a reavivar el beneficio.

Espacio de Encuentro Comunista

 

Índice textos IV Asamblea:

Memoria de actividades

Contexto y áreas de intervención (este texto)

Líneas de trabajo político futuro

Crónica de la IV Asamblea General del EEC


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