¿Fue Keynes el gran internacionalista que pretendía hacer del capitalismo un sistema estable a través de la gestión macro a escala mundial? Esta es la afirmación de Ann Pettifor en su reciente campaña de alabanzas a Keynes. Keynes se hizo conocido al mostrar que las políticas de penuria aplicadas a Alemania después de la Primera Guerra Mundial serían contraproducentes para los intereses de Francia y Gran Bretaña. Y supuestamente fue el promotor de "la construcción de la arquitectura financiera internacional en Bretton Woods en 1944. Los políticos y los economistas (si no los banqueros) se dejaron finalmente convencer y respaldaron su teoría y sus políticas" (Pettifor).
Bueno, sí, quería establecer instituciones "civilizadas" para garantizar la paz y la prosperidad a nivel mundial a través de la gestión internacional de las economías, las monedas y el dinero. Pero estas ideas de un orden mundial para controlar los excesos del desenfrenado capitalismo laissez-faire finalmente se convirtieron en instituciones como el FMI, el Banco Mundial y el Consejo de la ONU, utilizadas principalmente para promover las políticas del imperialismo, lideradas por Estados Unidos. En lugar de un mundo de líderes "civilizados" que solucionan los problemas del mundo, obtuvimos una terrible águila sentada a horcajadas sobre el globo imponiendo su voluntad. Son los intereses materiales los que deciden las políticas, no economistas inteligentes. Keynes, el internacionalista, nos legó la penuria del FMI sobre las economías emergentes en dificultades.
Además, Keynes siempre fue más un representante de los intereses del imperio británico que un internacionalista. Después de todo, él había pertenecido al servicio civil británico en la India. El biógrafo de Keynes, Lord Skidelsky, titula el tercer volumen de su biografía: Keynes: Luchando for Gran Bretaña. En las reuniones de la posguerra en Bretton Woods él representó, no a las masas del mundo o a un orden democrático mundial, sino a los estrechos intereses nacionales del imperialismo británico frente al completo dominio estadounidense. Después del acuerdo, Keynes le dijo al parlamento británico que el acuerdo de Bretton Woods no era "una afirmación del poder estadounidense, sino un compromiso razonable entre dos grandes naciones con los mismos objetivos; restaurar una economía mundial liberal". Sólo importaban dos naciones, los intereses de las demás eran ignorados.
¿Era Keynes un internacionalista cuando se trataba de economía? Él comenzó como un defensor del libre comercio con la visión neoclásica tradicional de que los mercados libres en el comercio beneficiarían a todos. Mientras se graduaba, se desempeñó como secretario de la Asociación de Libre Comercio de la Universidad de Cambridge y defendió el libre comercio en varios debates. "Debemos mantener el libre comercio, en su interpretación más amplia, como un dogma inflexible, al cual no se admite ninguna excepción, allá donde la decisión dependa de nosotros. Debemos mantenerlo aun cuando no recibamos reciprocidad en el trato e incluso en los raros casos en los que, al infringirlo, pudiéramos obtener una ventaja económica directa. Debemos mantener el libre comercio como un principio de moral internacional, y no simplemente como una doctrina económicamente ventajosa”. Sin embargo, hacia 1928, Keynes había cambiado su posición al sugerir que “el caso del libre comercio debe basarse en el futuro, no sobre los principios abstractos del laissez-faire, que pocos aceptan hoy día, sino sobre la conveniencia y las ventajas reales de tal política".
La terrible experiencia de la Gran Depresión cambió sus puntos de vista aún más. En evidencia privada presentada en 1930 ante el Comité Macmillan de Finanzas e Industria patrocinado por el gobierno del Reino Unido, establecido para ofrecer asesoramiento económico al gobierno británico al inicio de la Gran Depresión, Keynes propuso aranceles de importación de bienes extranjeros y subsidios para la inversión nacional. Cuando se le preguntó si el abandono del libre comercio valía la pena ante los posibles efectos de una mejora proteccionista, Keynes respondió: "No he llegado a una opinión clara sobre dónde se encuentra el equilibrio de la ventaja", pero vio los beneficios de los aranceles como un alivio a la depresión. "Tengo un miedo espantoso al proteccionismo como una política de largo plazo", declaró, "pero no podemos permitirnos el lujo de tener siempre puntos de vista a largo... La pregunta, en mi opinión, es hasta qué punto estoy preparado para arriesgarme con desventajas a largo plazo para obtener ayuda en la situación inmediata".
No mucho más tarde, fue más allá en cuanto a medidas proteccionistas. En respuesta a preguntas del primer ministro, Keynes indicó que se había "convencido a regañadientes de que debían introducirse algunas medidas proteccionistas". En un memorándum preparado en septiembre de 1930 para el Comité de Economistas del Consejo Económico Asesor, Keynes se expresó sobre los beneficios de un arancel, que ahora describió como "simplemente enormes". Estos beneficios incluían resolver el problema básico de la desalineación del coste del dinero y el tipo de cambio: un arancel elevaría los precios internos y reduciría los salarios reales hacia su "valor de equilibrio", al tiempo que evitaría una caída brusca en los salarios nominales (con lo que los salarios reales caerían sin que la clase trabajadora se diera cuenta). Un arancel también "restablecería la confianza empresarial y crearía un clima favorable para nuevas inversiones", afirmó, "pero no desencadenará (a menos que esté mal diseñado) las demandas de los sindicatos por una mayor remuneración ni tendrá efectos adversos en el empleo". Los aranceles ayudarán, así, al capital británico contra sus competidores al exprimir los ingresos reales de los hogares británicos. Keynes prefería la devaluación de la moneda, pero los aranceles también serían necesarios.
Ahora defendía las políticas económicas de "empobrecer al vecino" para ayudar al capital británico contra sus rivales. Para 1933 escribió acerca de su simpatía "con aquellos que minimizarían, en lugar de con aquellos que maximizarían, los interrelaciones económicas entre naciones. Ideas, conocimiento, arte, hospitalidad, viajes, son cosas que, por su naturaleza, deberían ser internacionales. Pero deje que los productos sean locales cuando sea razonable y convenientemente posible; y, sobre todo, que las finanzas sean principalmente nacionales”. Sin embargo, una vez que terminó la depresión y la guerra, en su último discurso, Lord Keynes regresó a su apoyo a la teoría del "libre comercio" cuando dijo que "los bloques económicos separados y toda la fricción y la pérdida de amistad que traen aparejados son expedientes a los que uno puede ser llevado en un mundo hostil donde el comercio ha dejado de ser cooperativo y pacífico entre amplias áreas, y donde se olvidan las reglas de ventaja mutua e igualdad de trato. Pero seguramente es una locura preferir eso".
Creo que lo que esto nos dice es que Keynes era internacionalista y defensor del libre comercio cuando pensaba que era en interés del capital británico, e, igualmente, a favor de las políticas proteccionistas y de empobrecer al vecino cuando pensaba que era en interés del capital británico. Para él, solo había dos naciones "civilizadas", los Estados Unidos y el Reino Unido (como socio menor), que podían liderar el mundo. Keynes nunca criticó el papel del Imperio Británico, por el contrario, lo vio como algo bueno y a preservar.
La idea de Europa como rival del imperialismo estadounidense vino después de la muerte de Keynes. Con el auge de Europa, el capital británico comenzó a moverse en dirección al continente, uniéndose al Mercado Único y la UE. Pero este capital quedó dividido acerca de hacia dónde alinearse. Dentro de la psique de la élite gobernante británica (principalmente el capital más pequeño y de base doméstica), ha habido una nostalgia del Imperio y una mirada hacia atrás a través del "estanque" Atlántico. Con la caída de las economías de Europa después de la Gran Recesión, los reaccionarios leales al imperio impulsaron una ruptura con Europa y un retorno al "viejo orden" de socios menores del imperialismo estadounidense que existía en la época de Keynes.
¿Cómo habría reaccionado Keynes ante esto? En mi opinión, como en la época de Bretton Woods, Keynes estaba generalmente a favor de mayor libertad de comercio y de los flujos internacionales de capital, ya que pensaba que sería una ventaja para el capital angloamericano. Por lo tanto, pudo haber apoyado la entrada del Reino Unido en la UE, pero no en el euro, porque eso habría quitado el control sobre la moneda y la opción de la devaluación. ¿Cuál habría sido la opinión de Keynes sobre el Brexit? ¿Habría sido Keynes "de los de irse" o un "de los de quedarse"? Probablemente de los primeros, pues hacia ahí es donde se orientan sus inclinaciones nacionalistas. Pero quizás de los segundos, pues según su rival económico de la década de los treinta, Friedrich Hayek, Keynes cambiaba de ideas como de camisa. Keynes fue un internacionalista solo en la medida en que no entrara en conflicto con los intereses del capital británico (o el imperialismo estadounidense), más o menos la misma posición que Churchill.
Keynes se opuso vehementemente al internacionalismo socialista. Él vio sus propias políticas como diseñadas para salvar al capitalismo de sí mismo y evitar la temida alternativa del socialismo. Tal y como dejó claro: "en su mayor parte, creo que el capitalismo, sabiamente administrado, probablemente se puede hacer más eficiente para lograr fines económicos que cualquier otro sistema alternativo que esté a la vista, pero que en sí mismo es en muchos aspectos extremadamente objetable. Nuestro problema es desarrollar una organización social que sea lo más eficiente posible sin ofender nuestras nociones de una forma de vida satisfactoria". Así que "la guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada". ¿Fue un luchador por una mayor igualdad? Esto es lo que dijo. "Por mi parte, creo que existe una justificación social y psicológica para las importantes desigualdades de ingresos y riqueza, pero no para las grandes disparidades que existen hoy en día. Hay actividades humanas valiosas que requieren la motivación de hacer dinero y el entorno de la propiedad privada de la riqueza para su plena realización." Este es el revolucionario de Pettifor.
Keynes estimó que a medida que el capitalismo se expandiera, crearía, a través de la tecnología, un mundo de abundancia y de ocio. Debido a esa abundancia, la rentabilidad de prestar dinero para invertir iría cayendo. Así que los banqueros y los financieros ya no serían necesarios; irían desapareciendo ("la eutanasia del rentista"). Bueno, eso no parece estar pasando. Los seguidores actuales de Keynes argumentan que el capitalismo está siendo distorsionado por la "financiarización" y el capital financiero -y que ese es el verdadero enemigo. ¿Qué sucedió con la desaparición gradual de las finanzas en el capitalismo tardío a lo Keynes?
En cambio, la teoría del capital financiero de Marx no preveía una eliminación gradual de las finanzas; por el contrario, Marx describió el creciente papel del crédito y las finanzas en la concentración y centralización del capital en el capitalismo tardío. Sí, las funciones de administración e inversión se separan más de los accionistas de las grandes empresas, pero esto no altera la naturaleza esencial del modo de producción capitalista, y ciertamente no implica que los emisores de cupones de descuento o los especuladores de la inversión financiera desaparezcan gradualmente.
Keynes, el supuesto opositor radical a la economía neoclásica, según Pettifor, reculó. En uno de sus últimos artículos sobre la economía capitalista cuando la Gran Depresión terminaba y comenzaba la Segunda Guerra Mundial, Keynes señaló que "nuestra crítica de la aceptada teoría clásica de la economía no ha consistido tanto en encontrar fallas lógicas en su análisis como en señalar que sus suposiciones tácitas rara vez o nunca se satisfacen, con el resultado de que no puede resolver los problemas económicos del mundo real. Pero si nuestros controles centrales logran establecer un volumen agregado de producción correspondiente al pleno empleo en la medida de lo posible, la teoría clásica vuelve a ser válida a partir de este punto en adelante". Así que una vez que se logra el pleno empleo, podemos prescindir de la planificación y de la "inversión socializada" y volver a los mercados libres y la política y la economía neoclásicas ortodoxa: "el resultado de llenar los vacíos en la teoría clásica no es deshacerse del 'Sistema de Manchester' ('mercados libres' - MR), sino indicar la naturaleza del contexto requerido por el libre juego de las fuerzas económicas si deben realizar todas las potencialidades de la producción".
De hecho, económicamente, en sus últimos años, elogió el capitalismo "liberal" más laissez-faire que sus seguidores condenan hoy día. En 1944, escribió a Friedrich Hayek, el principal "neoliberal" de su tiempo y mentor ideológico del Thatcherismo, alabando su libro Camino de servidumbre, que sostiene que la planificación económica conduce inevitablemente al totalitarismo: "moral y filosóficamente estoy de acuerdo con prácticamente todo; y no solo de acuerdo, sino en un acuerdo profundo y sentido". Y Keynes escribió en su último artículo publicado: "Me siento motivado, no por primera vez, a recordar a los economistas contemporáneos que la enseñanza clásica encarna algunas verdades permanentes de gran importancia… En estos asuntos hay lo que podríamos llamar profundas corrientes subterráneas en acción, fuerzas naturales, incluso la mano invisible, que están operando hacia el equilibrio. Si no fuera así, no podría habernos ido de media tan bien como lo ha sido en las muchas décadas pasadas". Así, la economía (neo)clásica de la "mano invisible" y el "equilibrio" regresaron después de todo, lo opuesto a lo que los seguidores keynesianos de ahora defienden. Una vez que la tormenta (de crisis y depresión) había pasado y "el océano" estaba nuevamente en calma, la sociedad burguesa podía exhalar un suspiro de alivio. Así que Keynes el radical se convirtió en Keynes el conservador.
Sin embargo, el mito de Keynes, el radical y revolucionario, es preservado y promovido por la izquierda keynesiana y continúa influyendo en el movimiento obrero (especialmente a sus líderes) como la "alternativa" a la economía pro-mercado, neoliberal y de "austeridad". ¿Por qué ocurre esto? Bueno, hay razones teóricas.
La macroeconomía keynesiana supone que el capitalismo trabaja para desarrollar las fuerzas productivas y satisfacer las necesidades de las personas. El problema es que, ocasionalmente, hay un "mal funcionamiento técnico" (Paul Krugman). Por alguna razón (¿pérdida de confianza o espíritus animales?), la inversión capitalista se atasca en una forma de "acaparamiento de dinero" del que no puede salir (trampa de liquidez). Por lo tanto, es necesario que las autoridades gubernamentales le den un "empujón" con estímulos monetarios y/o fiscales, y luego todo volverá a ir bien, ¡hasta la próxima vez! A Keynes le gustaba considerar a los economistas como dentistas que solucionan un problema técnico de dolor de muelas en la economía ("Si los economistas pudieran llegar a hacerse considerar como personas humildes y competentes al nivel de los dentistas, sería espléndido"). Y los keynesianos modernos han comparado su papel al de fontaneros, reparando las filtraciones en la tubería de la acumulación y el crecimiento.
Lo que revela el análisis marxista del modo de producción capitalista es que el capitalismo no puede poner fin a la desigualdad, la pobreza o la guerra, y proveer un mundo de abundancia para el bien común a nivel mundial, ni siquiera evitar la catástrofe del desastre ambiental (algo que Keynes omite), en el largo plazo. Eso es porque el capitalismo es un modo de producción impulsado por la ganancia, no por las necesidades; por la explotación, no por la cooperación; y eso genera contradicciones irreconciliables que no pueden resolverse mediante la "gestión técnica macro" de la economía. Solo se puede arreglar reemplazándolo. En este sentido, Marx, en lugar de Keynes, está más cerca de Darwin como un revolucionario en la economía.
Pero hay otra razón. Geoff Mann, en su excelente libro, A la larga, todos estaremos muertos, ofreció una explicación. Keynes gobierna en la izquierda porque ofrece una supuesta tercera vía entre la revolución socialista y la barbarie, es decir, el fin de la civilización tal como lo conocemos "nosotros" (en realidad, los burgueses como Keynes). En las décadas de los veinte y los treinta, Keynes temía que el "mundo civilizado" se enfrentara a una revolución comunista o a una dictadura fascista. El socialismo como alternativa al capitalismo de la Gran Depresión bien podría derribar la "civilización", dando lugar a la "barbarie": el fin de un mundo mejor, el colapso de la tecnología y el estado de derecho, más guerras, etc.
Así que Keynes apuntó a un arreglo modesto del "capitalismo liberal", para hacer funcionar al capitalismo sin la necesidad de una revolución socialista. No habría necesidad de ir donde los ángeles de la "civilización" temen pisar. Esa fue la narrativa keynesiana. Esto atrajo (y sigue apelando) a los líderes del movimiento obrero y a los "liberales" que desean un cambio. La revolución es arriesgada y todos podríamos caer con ella: "la izquierda quiere democracia sin populismo, quiere políticas transformadoras sin los riesgos de la transformación; quiere revolución sin revolucionarios". (Mann, pag. 21). Pero todos estaremos muertos si no terminamos con el modo de producción capitalista. Y eso requerirá una transformación revolucionaria. Enredar con las supuestas disfunciones del capitalismo "liberal" no "salvará" a la civilización -en el largo plazo.
por Michael Roberts, 17 de octubre de 2018
traducción del EEC