Lo que descubre la dimisión de Pedro Sánchez



  El ya dimitido secretario general del PSOE heredó un partido desacreditado por las medidas sociales del zapaterismo en sus últimos años de gobierno; descrédito que la dirección de un político ligado a los objetivos de estabilidad del capitalismo como Rubalcaba no logró hacer olvidar, a pesar de los primeros años de gobierno de Rajoy.

  La llegada de Pedro Sánchez, un oscuro concejal en legislaturas anteriores del Ayuntamiento de Madrid y un no más brillante diputado del PSOE en el Congreso, a la secretaría general de este partido no auguraba ningún cambio de rumbo en el marco de los partidos parlamentarios al servicio del capitalismo.

  La fuerte irrupción en el espectro político de un partido de sustitución del suyo, Podemos, llevó al nuevo secretario general del PSOE a comprender que su partido no estaba en condiciones de gobernar solo y que necesitaba cierto grado de entendimiento con un clon de lo que el PSOE fue en 1977.

  La posibilidad de gobernar apoyado en los nuevos partidos emergentes, o bien en una parte de ellos y en otra de los nacionalistas, era una de las opciones acariciadas por un Sánchez, que sabía que ayudar incluso con una abstención a la formación de gobierno por Rajoy era la muerte política de su partido.

  La otra, la más probable, era la de Sánchez, y el sector del PSOE en el que se apoyaba, intentando capitalizar y liderar, en lugar de Podemos, el papel de una oposición dura frente al PP. De ahí que el lema NO ES NO adquiriese más protagonismo que el de intentar un gobierno alternativo al del PP, torpedeado tanto por Podemos en sus dos intentos, como por Ciudadanos en el último.

  El objetivo de Pedro Sánchez, no lo olvidemos, no era otro que el de la supervivencia de su partido y la suya propia como dirigente del mismo. Todo ello dentro de los márgenes de respeto a las reglas de juego del sistema capitalista; es decir, no atentar contra nada que suponga romper el ciclo de reproducción del capital.

  En cualquier caso, hay varias cuestiones que explican el acoso sufrido desde el interior y, sobre todo, el exterior de su partido, hasta lograr su dimisión como máximo dirigente del PSOE.

  En primer lugar porque nunca en estos casi 40 años de parlamentarismo se había producido un período con gobierno en funciones tan largo; en estos momentos de 285 días. Justo en un período en el que el capital y su Estado necesitan dar una imagen de estabilidad ante cuestiones como la situación económica, los desafíos soberanistas,...

  En segundo lugar porque ese período de interinidad del gobierno del PP se produce en una etapa de vuelta a la agudización de la crisis capitalista como indican la desaceleración económica mundial, el descenso en la inversión productiva, las formidables tensiones en el sector financiero internacional y el parón en el crecimiento de los países de la UE. Frente a ello, el gobierno en funciones necesitaba seguir gobernando para continuar con su tarea de ayudar salir de la crisis al capital a costa de la clase trabajadora e iniciar su nueva fase de recortes antisociales. Igualmente este gobierno en funciones buscaba utilizar los resortes del poder para defenderse ante los casos de corrupción. El parón gubernamental, por escasa que fuera su duración, con millones de familias españolas en la pobreza, ha aliviado por un tiempo la situación de éstas ante los continuos ataques de los decretazos que sufríamos todos los viernes tras los Consejos de Ministros en un momento en el que la capacidad de respuesta de la clase trabajadora está bajo mínimos.

  En tercer lugar, que Felipe González, con su frase de “Nunca hemos tenido un peor resultado en el País Vasco, a pesar de las cosas que hicimos” (el GAL) y su "Me siento engañado por Sánchez, me dijo que se abstendría en segunda votación", saliese a la palestra con un discurso políticamente tan obsceno, indicaba que los poderes fácticos y económicos para los que trabaja (Gas Natural, entre otros) hablaban por su boca. Ni interinidad ni riesgo de un gobierno alternativo, no por peligroso para el capital, sino por inestable. El gobierno de Rajoy era ya una urgencia para el capital. La gobernabilidad de España de la que ellos hablan no es ni más ni menos que hacer que el ritmo de reproducción del capital continúe. Felipe, como buen mercenario, y los suyos siempre han estado ahí cuando el Régimen y el Sistema lo ha necesitado. En la transición, en el Referéndum de la OTAN, en la entrada en la UE y la desindustraliazación, en la guerra sucia de los GAL, en la desestabilización de los regímenes progresitas latinoamericanos.

  En ese sentido, para el Espacio de Encuentro Comunista, que Sánchez, a pesar de que ni siquiera llega a socialdemócrata, retrasase provisionalmente la formación de un gobierno del PP y los planes previamente trazados por la burguesía (su propuesta de gobierno con Ciudadanos eran un mero parche) en cuanto a nuevos recortes, ha sido al menos un alivio temporal y pasajero

  Pero su planteamiento de NO ES NO ha permitido que quedaran en evidencia los límites de la “ilusión democrática” del viejo y del nuevo reformismos. Cuando las grandes corporaciones empresariales, con sus medios de comunicación (el papel de El País y de La Sexta han sido pura pornografía política) y todos los partidos (incluídos PODEMOS e IU) dicen que “no hay nada peor que unas terceras elecciones” (como si que los ciudadanos voten muchas veces fuera malo) y que “se necesita ya formar gobierno”, demuestran que ni siquiera hay margen para el juego de la democracia formal. Hay que recordar que Papandreu fue destituído en Grecia sólo por anunciar la posibilidad de hacer un referendun sobre los planes de ajuste que la UE quería aplicar en Grecia y que incluso al repuesto de Papandreu, Syriza, no le tiembla la mano para aplicarlos. También Berlusconi fue igualmente destituido y en su lugar pusieron a un tecnócrata de Goldman Sachs.

  Quien manda de verdad no son los partidos ni los gobiernos de turno sino el poder del capital a través de sus voceros presentes, y cada vez con más fuerza, también en las organizaciones progresistas que no de clase. El tamden PODEMOS-IU, intentará vendernos ahora que ellos son los únicos opositores al Régimen, cuando a lo que de verdad aspiran es a ser en esta nueva etapa meros lavados de cara al mismo. Si hiciese falta no les temblaría la mano de ir más allá. ¿Lo de Syriza en Grecia es para ellos el camino a seguir?

  Ahora quedan dos caminos: el primero seguir creyendo en la mentira parlamentaria que asegura que desde los gobiernos se cambia algo, como si no hubiéramos sido ya traicionados por Syriza, o empezar a organizarnos como clase autónoma frente al capital para ir construyendo la herramienta que necesitamos. Tú eliges.

 

 

 


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