Se hace cada vez más urgente recuperar para el 8 de Marzo su carácter de clase y reivindicativo
Hay cosas en este país que van en aumento -aparte de los contagios por COVID-19: el desempleo, las colas del hambre, los desahucios, las denegaciones del Ingreso Mínimo Vital, la privatización de la sanidad, la precarización de los empleos, el ataque a las pensiones, la violencia machista en todas sus formas, la represión policial, la manipulación televisiva y las ganancias de la clase capitalista.
Las mujeres trabajadoras -empleadas o no- somos mayoría, junto con los jóvenes, en los números del paro y la precariedad. Somos mayoría entre quienes hacemos cola en el reparto de alimentos, en los centros de salud para nosotras o nuestras familias y las que acudimos a los servicios sociales en busca de ayudas. Somos mayoría entre las limpiadoras, las camareras de hotel, las auxiliares de ayuda a domicilio, las criadas domésticas, las cuidadoras de niños y ancianos, las temporeras en la agricultura, las que percibimos pensiones más bajas, las que soportamos la doble carga de cuidar de nuestras familias y buscarnos la vida en empleos a tiempo parcial, con o sin contrato.
Somos las primeras en todo esto y, sin embargo, las últimas en la consideración de quienes nos gobiernan y, por supuesto también de quienes nos explotan.
Mientras se rescata a bancos y empresas con dinero público; mientras el Instituto de la Mujer organiza “conversatorios” para hablar de “las resistencias sistémicas al avance feminista”, de la “redistribución de trabajos, tiempos y recursos” o de “tejer resistencias en común”, resulta que aún estamos a la espera de que deroguen la lesiva reforma laboral, la ley de extranjería -que perjudica especialmente a las trabajadoras sin papeles-, que incorporen a las trabajadoras domésticas al régimen general de la seguridad social, que abran los centros de salud, se prohíban de manera efectiva los desahucios o que el Ingreso Mínimo Vital deje de ser un engaño.
¿Es esta inacción en lo que consisten las “políticas feministas” que las ministras de Igualdad y Trabajo dicen que es necesario poner en vigor para “Acabar con la desigualdad retributiva y lograr la igualdad en el ámbito de los cuidados”? ¿Es así como quieren “redistribuir”? ¿De qué resistencias en común hablamos? ¿De las que ejercen las mujeres que están en puestos de poder y se resisten a poner medidas que al menos alivien la situación desesperada de muchas trabajadoras y sus familias? ¿Cómo van a garantizar los derechos de las personas trans -los únicos que parecen interesar a la señora Montero- cuando en la práctica nos los están robando a toda la clase trabajadora, la mayoría de la población?
El gobierno español, representante de lujo de ese feminismo liberal del progrerío burgués, está más ocupado en hacer que aumenten las mujeres en las filas del empresariado que en luchar, por ejemplo, contra la industria pornográfica más abyecta, que nos convierte en objetos de violencia y es responsable del incremento de las agresiones sexuales y el machismo entre los jóvenes. En vez de eso, tratan de convencernos de que la prostitución es un “trabajo más” o de lo bueno que sería para nosotras gestar y parir para otros. Estos son los dos nuevos “nichos de empleo” que el capitalismo nos reserva a las más pobres, y los partidos de la llamada izquierda nos vende como “empoderantes”.
“Nadie se va a quedar atrás”. Eso dijeron. La realidad es que vamos retrocediendo no sólo en derechos sociales y laborales, sino también en libertades de expresión y manifestación gracias a una Ley Mordaza, que también se prometió derogar, pero sigue en vigor permitiendo que nos multen, apaleen y encarcelen cada vez que salimos a la calle a reivindicar nuestros derechos.
Es más, con la excusa de las medidas sanitarias, la Delegación del Gobierno ha prohibido este año las manifestaciones por el 8 de Marzo, mientras hace solo unos días, en Madrid, se permitió una manifestación sobre la División Azul cuyos participantes acudieron sin mascarilla y sin mantener la distancia de seguridad. También se han autorizado manifestaciones de negacionistas y de hosteleros. A nosotras, sin embargo, se nos impide tomar las calles porque, aunque el 8 de Marzo está siendo secuestrado por el feminismo burgués y aunque la mayoría -incluso algunos que dicen ser comunistas-, se haya olvidado de su origen, la clase dominante sabe que ahí late una lucha obrera y busca resquicios para impedir cualquier sesgo de clase en las manifestaciones públicas.
A lo largo de los años se han ido sustituyendo las referencias al Día de la Mujer Trabajadora por un simple Día de la Mujer, intentando desactivar el componente de clase que tanto les asusta. Ahora el gobierno “progresista” lo ha convertido en el "Día de las Mujeres", así como el Instituto de la Mujer ha pasado a llamarse Instituto de las Mujeres, se supone que para ser más “inclusivas” con las trans, cuando éstas nunca han estado excluidas de participar en el 8 de Marzo. Es más, las marxistas no tenemos ningún problema con que en dicha conmemoración participen varones de la orientación o identidad sexual que sean, dado que entendemos que la lucha por la emancipación de la mujer implica a toda persona que crea y actúe firmemente en pos de este objetivo.
No debemos consentir que el 8 de Marzo siga siendo cooptado por ese feminismo de salón que habla de “poner la vida en el centro” cuando lo que pone en el centro son los intereses de la patronal. Si el 8 de Marzo es una celebración mundial se debe a que, en 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, asociada a la II Internacional, dos mujeres comunistas, Clara Zetkin y Käte Duncker, propusieron declarar un día fijo al año que conmemorase la lucha de las obreras que, en aquellos años, libraban una lucha sin cuartel por la mejora de sus condiciones de vida y trabajo. No consintamos que borren nuestra historia.
Porque sabemos que el capitalismo reproduce nuestra opresión mientras explota nuestra fuerza de trabajo -dentro o fuera del mercado laboral-, sólo superando el marco de relaciones capitalistas podremos liberarnos. Pero, como el propio Lenin dijo en 1920, “El proletariado no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber conquistado la libertad completa para las mujeres”. Esto sólo lo conseguiremos con una organización propia, unitaria, independiente de los partidos de la burguesía e internacionalista.
Este 8 de Marzo, más que nunca, debemos reivindicarlo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, no de la empresaria, la banquera y las muchas profesionales paniaguadas que apuntalan el sistema vigente. Por supuesto, condenaremos que sean objeto de violencia por el hecho de ser mujeres, porque también sabemos que el sexo ha sido históricamente la base de la desigualdad social sufrida por la mitad de la humanidad. Pero eso no evita que a estas mujeres que colaboran en nuestra opresión y explotación las consideremos enemigas de clase.
Por un 8 de Marzo combativo, de clase. Contra la explotación capitalista, contra la opresión machista, defendamos nuestros derechos como mujeres y trabajadoras.
Área de feminismo del Espacio de Encuentro Comunista (EEC)
Marzo de 2021
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