A quién le interesa el gasto militar



En el Espacio de Encuentro Comunista ya hemos tratado en numerosas ocasiones las dificultades que encuentra el capital occidental después de muchas décadas de acumulacióni. Esto no es un problema particular de Estados Unidos, Europa o Japón, sino una contradicción característica de cualquier economía capitalista madura, conforme el capital crece y se hace más complicada la inversión que garantice un retorno aún mayor.

Las primeras consecuencias las sufrimos directamente los trabajadores. Dado que el beneficio del capital procede del trabajo no pagado a los asalariados, las medidas más importantes siempre van destinadas a aumentar el margen que se apropian; es decir, a aumentar la explotación. No hay nada que no conozca y no sufra en menor o mayor medida tu familia: reducción y privatización de los servicios públicos como la sanidad, la educación o la dependencia; subidas de los precios que reducen tu salario o tu pensión; imposibilidad de comprar o alquilar una casa con las mínimas comodidades; horarios a medida del empresario o la exigencia de estar siempre localizable; horas extra no pagadas; modelos de contratación con los que no puedes hacer planes de vida, como los falsos autónomos, los fijos-discontínuos o los becarios; etc. La situación de explotación empeora aún más cuando el empresario incorpora tecnología como la automatización o la inteligencia artificial para tener que pagar menos salarios.

En otra vía paralela de crecimiento, el gran capital busca ocupar las áreas del mercado que hasta ahora resolvían pequeños propietarios o explotaciones familiares. Hemos visto cómo en las últimas décadas los grandes capitales desembarcaban en sectores como el taxi, los multiservicios o la restauración. Ahora vemos cómo el sector agrícola y ganadero solo puede sobrevivir cuando se industrializa, o cómo el propio espacio de las ciudades se convierte en un “parque temático” a rentabilizar, del que somos expulsados los que “solo” queremos disponer de un lugar que habitar.

Pero estas vías de valorización dentro de su propio territorio no dejan de alimentar las contradicciones iniciales, además de toparse rápidamente con nuevos límites debido al volumen de los capitales que están en juego. En esta situación, los capitales occidentales no pueden permitir que otras economías recién ingresadas a los mercados capitalistas se desarrollen de forma soberana como competidores. Todo lo contrario, solo conciben un papel para ellas, las de proveedores de materias primas, mano de obra barata y capitales subalternos. Si no pueden competir con las reglas del mercado que dicen defender, no dudarán en utilizar la coacción de las sanciones, las tarifas, las cuotas y, en última instancia, siempre estará el recurso del golpe de estado o la intervención militar.

Los capitales occidentales se articulan detrás de la zona económica que ha actuado como líder hegemónico desde la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos, que juega con la ventaja de ocupar un continente de costa a costa, actúa lejos de las zonas donde en este momento fomenta conflictos que garanticen el control de sus capitales. Así, su “Estado-portaaviones” conocido como Israel sirve de punta de lanza en Oriente Medio para mantener el control absoluto de la zona y sus recursos. Los antiguos Estados europeos que antiguamente integraban el Pacto de Varsovia y ahora son parte de la OTAN, se convierten en el escenario de la confrontación con Rusia y China por su extremo occidental. El eje Japón-Corea del Sur-Australia cumple el mismo papel, asociados a Estados Unidos en varias alianzas militares, mientras utilizan a Taiwan como excusa para incendiar el extremo oriental de China y Rusia.

La OTAN es la asociación militar que durante más tiempo y con más recursos ha puesto de manifiesto los intereses reales que respalda. Sus miembros, actuando bajo su paraguas o de forma individual, han promovido o intervenido en acciones que, escondidas siempre tras bellas promesas, han destruido los vestigios iniciales de democracia burguesa o han sumido directamente en la anarquía a Estados que, en la mayoría de los casos, se encontraban en vías de desarrollo o eran incluso prósperos, véanse Afganistán, Irán, Líbano, Yemen, Libia, Irak o Siria. Por otro lado, nunca han pestañeado cuando sus socios en la zona necesitaban acabar con algún pueblo que le resultaba molesto, como ha sido el caso con los kurdos, los saharauis y los palestinos. Ni han dudado en sumir en los bombardeos a Estados europeos que se utilizan como frente de presión delegado para disolver la zona de influencia de Rusia, véase Yugoslavia o Ucrania.

Un muestrario lo bastante extenso para que cualquier Estado que sienta el acorralamiento de la OTAN -o de cualquier alianza liderada por Estados Unidos- sepa que será atacado con cualquier pretexto si no pone los intereses de sus capitales al servicio de los intereses dictados desde occidente.

La deriva en la Unión Europea es preocupante. Resulta difícil saber hasta dónde está dispuesto el capital europeo a sacrificar a sus pueblos mediante su participación subalterna en la defensa de una renqueante hegemonía norteamericana. Por ahora ha renunciado a sus fuentes energéticas más próximas y baratas. Además, cada día se empeña más en la desconexión con China, uno de los proveedores mundiales más competitivos y el mercado más grande para los propios productos europeos. Liga así todo su futuro económico a la carta de seguidor de los intereses estadounidenses.

Pero no se restringe al nivel económico, sino que acepta el sacrificio del pueblo y del suelo ucraniano como carne de cañón y frente de batalla extracomunitario para desangrar a Rusia. La escalada de declaraciones militaristas parece no tener límite. Desde Francia solicitan la intervención directa de fuerzas europeas en el combate con Rusiaii, desde Alemania se habla de restablecer el servicio militar obligatorioiii, y desde España una ministra “socialista” nos pide multiplicar por más de dos el gasto militar para estar preparados ante una fantasiosa invasión rusa de Europaiv. No parece que en estos momentos haya ninguna cabeza fría entre los representantes del gran capital europeo que apueste por desescalar tensiones y reconducir las relaciones por vías ajenas al militarismo. Se habla con naturalidad de la posibilidad de conflictos en otros países europeos fronterizos con Rusia. Dejando a un lado -si ello es posible- el riesgo nuclear, ¿cómo se puede estar apostando por la guerra en Europa cuando apenas acaba de terminar el siglo XX?

Eso sí, mientras destruyen la sanidad pública, convierten la educación superior en una opción solo al alcance de los ricos, nos dejan morir antes de recibir ayudas a la dependencia o nos advierten que tendremos que reducir el gasto en pensionesv, nos anuncian con total tranquilidad el aumento brutal de los gastos militares. Transferencia pura desde el trabajo al capital, explotación de manual.

El capitalismo es un sistema económico basado en la acumulación creciente. Esto supone su necesidad de aumentar la explotación de los trabajadores a los que extrae la plusvalía. Pero también supone el choque, tarde o temprano, entre zonas económicas capitalistas. Mientras haya espacio para el crecimiento de todos los capitales, la relación podrá conducirse por términos mercantiles, pero cuando la acumulación no se pueda mantener, se recurrirá a la confrontación directa. Desde ambos puntos de vista, los trabajadores tenemos la necesidad de terminar con el capitalismo.

Pero mientras el capitalismo sobreviva, tenemos la necesidad de luchar por la paz, pues en la guerra capitalista iremos desde todas las partes a morir para resolver, enfrentándonos a otros hermanos, los problemas de una clase que no es la nuestra.

• No a la OTAN, como organización ofensiva a la que nos han adscrito.

• Fuera las bases norteamericanas de nuestro territorio, como medio que son de control extranjero, que niega la democracia interna e impide la intervención soberana en la gestión pacífica de las relaciones internacionales.

• No al incremento del gasto militar, que asfixiará más a los trabajadores para hacerles pagar las armas con las que ellos mismos irán a matar y a morir, o que serán enviadas a zonas en conflictos forzados en donde masacrar a otros trabajadores inocentes en beneficio del capital.

Al contrario, reducción inmediata de gastos militares, que deben ser redirigidos íntegramente a la mejora de los servicios públicos.

 

Ni guerra entre pueblos ni paz entre clases

 

Espacio de Encuentro Comunista, abril de 2024.

 (Versión en pdf para leer)

(Versión en panfleto para difundir)

 

Notas

i Ver nuestra publicación “Desde 1973 hasta nuestros días, ¿neoliberalismo o capitalismo?” - “https://encuentrocomunista.org/articles/documento-de-la-v-asamblea-desde-1973-hasta-nuestros-dias-neoliberalismo-o-capitalismo/

iv Según datos de la OTAN, en el año de la primera toma de posesión de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, 2018, el gasto militar del Estado español respecto al PIB era del 0,93% (https://www.nato.int/nato_static_fl2014/assets/pdf/2022/6/pdf/220627-def-exp-2022-en.pdf). Margarita Robles se ha comprometido a dejarlo en el 2% dentro de cinco años. (https://www.europapress.es/nacional/noticia-robles-asegura-renuncia-presupuestos-no-compromete-gasto-defensa-mantiene-objetivo-2029-20240321145735.html)

v El 19 de abril de este año, la Comisión Europea reclama al Estado español un recorte de casi 12.000 millones de euros de gasto en pensiones simplemente porque se están actualizando al ritmo del IPC anual. Vamos, porque no se están bajando aprovechando la inflación. https://www.laopiniondemalaga.es/economia/2024/04/19/reforma-pensiones-elevara-5-puntos-101281736.html


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