Crónica de la reunión trimestral del 29 de junio
Se incluye a continuación la crónica de la reunión sobre organización que tuvo lugar el pasado 29 de junio. En breve se enviará un correo con la convocatoria de la siguiente reunión, que está prevista para el mes de octubre.
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La persona que realiza la introducción de la reunión expone el camino que nos llevó a elegir el tema de la organización como paso lógico en un proceso que iniciamos hace meses. En noviembre y febrero se hicieron dos reuniones en las que se reflexionó sobre la situación de los trabajadores partiendo de las experiencias expuestas por los propios asistentes. Dado que en las reuniones del Espacio coinciden trabajadores con gran variedad de empleos, pusimos sobre la mesa los problemas en numerosos sectores, los cambios durante nuestras vidas laborales, cómo ha evolucionado el trabajo en general, etc. De las múltiples exposiciones se pudo ver claramente que se habían dado unas pautas identificables dentro de la diversidad, tanto en la evolución de todos esos años como en la situación a la que tienden en la actualidad. En la segunda de esas reuniones se presentó un trabajo a través del cual pudimos ver cómo la legislación de todos los ámbitos -por supuesto la laboral, pero sin descartar ningún otro nivel legislativo, como la Constitución-, habían ido allanando el terreno para que esas fuerzas operaran como lo hicieron. En resumen, ha sido un proceso de décadas que no se puede considerar fruto de los avatares de cada momento. Se puede percibir un trabajo constante y planificado del capital, del Estado, que nos trae a la situación que vivimos ahora.
Dado que cuando se celebró la reunión de febrero ya había una convocatoria de elecciones, se planteó que la siguiente reunión, que sería en mayo, debería tratar qué perspectivas había de luchar contra esta situación desde el ámbito parlamentario. Se elaboró un texto que se discutió en dicha reunión y que llegó a publicarse dos semanas antes de las elecciones generales. En él se planteaba el escepticismo del EEC hacía la resolución de los problemas de los trabajadores desde un Estado creado y operado por y para los intereses de la burguesía.
A través de estas jornadas es como se ha llegado a plantear la reunión presente. Si hay un proceso operando en nuestra contra y la vía electoral no es una solución, ¿cuál es la manera de organizarnos que necesitamos? ¿Qué mecanismos hemos desarrollado y utilizado los comunistas durante muchos años? ¿Siguen funcionando? ¿Son todos válidos? Etc. Ese es el planteamiento de la reunión que se inicia.
A diferencia de reuniones anteriores, no hay textos lanzados por delante. Hay textos históricos de Lenin, como el Qué hacer, El Estado y la Revolución, la Carta a un camarada. Y aunque no se ha hecho un texto oficial del Espacio, lo que sí redactó un camarada es un pequeño folleto, construido a partir de los textos mencionados, que nos puede servir de guía en la reunión.
El compañero que ha elaborado el folleto toma la palabra. Recapacita sobre los dos últimos textos que ha elaborado el EEC y piensa que son dos textos para leer detenidamente. Partimos de que en ellos hemos visto cómo los trabajadores hemos ido perdiendo fuerza y derechos poco a poco durante más de cuarenta años. Eso le plantea dos reflexiones. Una es que las organizaciones que se llaman de defensa de los trabajadores, en la realidad han sido absorbidas por el sistema, porque el sistema las ha situado en un terreno en el que -involuntariamente o no- han caído en una trampa. Nos encontramos así en una situación en la que los trabajadores no tenemos una organización con la que podamos defendernos.
En lo referente al documento, explica que los diferentes capítulos hay que leerlos y entenderlos como un todo, no hay que verlos como partes independientes. En su opinión, plantea la organización que necesitamos los trabajadores y las características que ésta debe tener. ¿Por qué? Pues porque el capital está fuertemente organizado, lo está en el ámbito político, económico e ideológico, y como única forma de presentar oposición, los trabajadores necesitan crear una organización que sea capaz de presentar batalla en todos esos frentes. El folleto presenta como oposición al capital la organización marxista revolucionaria, en los términos en los que ésta se ha dado históricamente de forma más efectiva para los trabajadores. Por supuesto, avisa que el planteamiento que hace el documento es teórico; conforme se fuera construyendo la organización, la realidad nos iría señalando lo que hiciera falta cambiar.
El capital ha sido capaz de absorber y reconducir todas las revoluciones que han triunfado. El camarada no quiere entrar en discutir si cometieron fallos o no, pero sí quiere poner de relieve que el capital supo gestionar la situación de vuelta a sus intereses, en unas con más facilidad y en otras con más dificultades.
Hablamos entonces de una organización que debe coordinar la lucha por los intereses de los trabajadores y debe estructurarse en base a elementos del día a día, en base al trabajo cotidiano de los que quieren participar en su construcción. Nos encontramos en una realidad en la que hace un gran número de años que no ha habido una militancia. En el panfleto se explica en la última hoja qué es un militante, y es importante leerlo para darse cuenta de que actualmente no se ejerce militancia. Por otra parte, si queremos poner las cosas en orden, deberíamos decir que el que no haya militancia real es consecuencia de que no haya organización; solo hay grupos, hay organizaciones pequeñitas que tenemos aspiraciones de construir una organización grande, etc. Así, el concepto de militante se ha ido diluyendo en el tiempo, y ha ido siendo sustituido por el de “participantes” en organizaciones parlamentaristas que solo les requieren cada cuatro años para que repartan propaganda, cuando no recurren a empresas para que hagan incluso ese trabajo.
En el aspecto ideológico nos han ganado la batalla. Muchos de los que estamos en la reunión leemos frecuentemente textos marxistas y, sin embargo, nuestra práctica no tiene nada que ver con el marxismo. Hace muchos años se hablaba de cultura obrera, de cultura de los trabajadores, y todo eso ha desaparecido. Ahora estamos inmersos en la cultura de la burguesía, ya que hemos perdido la capacidad de enfrentarles debido a la fragilidad de nuestra posición ideológica.
Si no damos la batalla ideológica, si no vamos a la construcción de una organización -que no tiene que ser lo que dice el folleto, pero que sí tiene que tener los principios- nos va a ir muy mal en los años venideros. El capital es cada día más fuerte. Tiene sus contradicciones, tiene sus peleas internas, pero sigue siendo más fuerte porque enfrente no tiene un enemigo organizado.
Tras terminar de hablar el compañero, se habla de cómo proseguir la reunión. Por un lado, está la posibilidad de hablar de cómo intervienen los camaradas presentes en sus entornos laboral y vecinal, o en otras organizaciones. Por otro lado, se plantea si no deberíamos dar la oportunidad de empezar más atrás, saber si alguien quiere explicar o preguntar cómo se entiende la militancia, de si se tiene un concepto de qué es militar frente a otro tipo de modelos de participación, etc.
Otro camarada apunta a la primera pregunta que se hace en el correo de convocatoria: ¿por qué necesitamos organizarnos? Pone como punto de hilazón el texto que se escribió a raíz de las elecciones, que terminaba diciendo: “...una tarea que pasa ineludiblemente por la necesidad de la organización, pero esto será el objeto de nuevos debates y de nuevos escritos”. Después de haber discutido sobre los ataques a los trabajadores y las falsas soluciones, parece que la primera pregunta a responder sería qué hacemos ahora; cómo afecta a la clase obrera y los comunistas en particular esta situación de debilidad. En lugar de volver a decir que la culpa la tiene el PCE, intentemos pensar la problemática que tenemos y entrever posibles soluciones. Lo mismo que hemos hecho el análisis de la situación de cómo estamos como clase, ahora nos toca reflexionar sobre cómo reaccionar.
Nos preguntamos por qué hay que organizarse y qué es organizarse En los documentos previos nos hemos centrado en la clase trabajadora y en los comunistas, ahora debemos seguir pensando cómo organizamos a la clase y cómo los comunistas intervienen en esa organización. Esa sería la problemática que hoy deberíamos comenzar a explorar. El folleto presentado hace una exposición histórica de cómo ha sido la organización marxista, la organización leninista, etc. La idea es abrir una discusión en esta reunión que nos lleve a concluir razonadamente el proceso de análisis que venimos realizando desde hace unas cuantas reuniones.
Otro interviniente piensa que es acertado el planteamiento de dar unos cuantos pasos hacia atrás para empezar preguntándonos sobre la organización. Al documento que elaboramos sobre la composición de clase partiendo de nuestras propias experiencias quizás no le hemos dado la importancia debida. Y es que sin ser un estudio exhaustivo realizado por expertos en estructuras sociales, sí que reflejaba muy bien lo que está pasando dentro de la organicidad de la clase trabajadora, dentro de las relaciones sociales de producción -y su legalidad-, y en su reflejo ideológico y político. Si no partimos de ahí, de esa realidad de la clase y de nuestra realidad como organización (qué somos, cuántos somos, qué capacidades tenemos, …) y, en función de eso, cómo articulamos el tipo de órganos que necesitamos, acabaríamos entrando en una dinámica que él considera superada: la falsa dicotomía entre el partido de cuadros y el partido de masas. Frente a eso, el camarada afirma que hoy no existe ningún partido comunista en España que sea ni de masas ni de cuadros; ni tienen cuadros ni tienen masas. Y eso significa algo, porque en Europa está pasando lo mismo. Incluso las grandes organizaciones socialdemócratas históricas hoy representan a estratos muy reducidos de la clase trabajadora. Significa una capacidad del poder para articular un discurso a través de los medios de comunicación, significa que ha habido cambios en la composición social, etc. Por tanto, lo que no podemos es imponer el traje a unas circunstancias que no lo admiten. Tendremos que ser capaces de hacer de la necesidad virtud, de utilizar correctamente las capacidades que tenemos y, fundamentalmente, de adaptarnos a la realidad de la clase, para ver cómo podemos construir la organización que necesitamos… Y quizás ni siquiera la que necesitamos, sino la que podemos. El interviniente plantea el realismo, y no quiere resolver, sino plantear los interrogantes sobre la base de la que debemos partir.
En otra intervención, un camarada nos explica la situación en su ciudad, una capital de Castilla-León. Los movimientos que surgieron con posterioridad al 15-M, algunos con una participación social con marcado carácter de clase, se fueron deshaciendo por falta de organización; el voluntarismo no tenía mucho recorrido. Al final los partidos con presencia parlamentaria han derivado hacia la institucionalización, incluyendo los ámbitos locales y regionales. Frente a ellos se sitúa una variedad de pequeños grupos o partidos atomizados de izquierda revolucionaria. El camarada echa en falta la existencia de un centro de gravedad organizativo, un punto de referencia fuerte. Y cree que se da una simpatía de la gente hacia esta idea, aunque a la hora de la verdad cada uno se mantiene encerrado en su capillita, mirándose el ombligo y enfrentando la razón que cree tener con la que no ve en el vecino. Piensa sinceramente que en estas circunstancias los acontecimientos nos van a arrollar. En cuanto a la organización, cree que es muy importante ver cuál sería el modelo, a quién vamos a interpelar (dado el grado de fragmentación y la evolución permanente de la clase). Sin embargo, está convencido de que la existencia de un foco fuerte actuaría positivamente como un imán. Se plantea si el EEC es “otro grupo más” de adscripción comunista o si se mete de cabeza en promover un proceso de unidad. Por otro lado, no lo considera vías excluyentes. Es posible desarrollar el trabajo del Espacio con sus objetivos y tareas propias, y apostar con fuerza por promover un proceso unitario, algo que para él es algo que mucha gente está esperando.
Otro camarada expone que el capital está intensificando la explotación porque lo necesita, porque es la única manera que tienen de responder a una bajada de beneficios. A partir de la crisis de 2007 se intensificó la explotación sobre los que mantuvieron el empleo y se echó a la calle a todos los que pudo. Desde esa base es de donde favoreció su propia recuperación. Esta organización férrea del capital contrasta con la debilidad de la clase trabajadora. Contrasta también con la debilidad de los comunistas, que no están organizados como clase frente a la clase. Así pues, tenemos un problema, y tenemos que empezar a discutirlo. Nosotros empezamos este proceso de reuniones en noviembre analizando nuestra situación como clase trabajadora. Llegamos a la conclusión de que estamos cada vez más explotados, con gran cantidad de sectores sociales entrando cada vez más en el ámbito de la sobre-explotación. Vimos el caso de compañeros nuestros que trabajan en precario sin tener ni siquiera relación contractual. Por otro lado, el capital está invadiendo nuevos sectores en los que encontrar plusvalía: el taxi, la administración, los mercados, etc. Esa es la realidad del capital, y cada vez crea más asalariados. La pregunta es: ¿cómo damos una respuesta? ¿cómo nos organizamos como clase ante esa situación? ¿cómo lo afrontamos los comunistas, es decir, la gente que tiene claro que se trata de una relación política, no meramente económica? No basta con la pelea sindicalista del día a día, hay algo más que explicar. El capital lo tiene claro, nos tiene todo el día entretenidos con las payasadas de Podemos, que pide chorradas inconexas por aquí o por allá, cuando la realidad es que la explotación se agranda sin cesar. ¿Cómo enfrentamos este escenario partiendo de que somos comunistas, de que tenemos una explicación de lo que ocurre? La mayoría de la gente no sabe lo que ocurre, piensa que los problemas se pueden resolver cambiando unas figuras por otras. ¿Cuál se supone que es la solución que buscamos como clase? ¿Acaso que nos exploten un poquito más suavemente?
Piensa que las preguntas con las que se convocó la reunión son pertinentes, y añade algunas suyas. ¿Por qué necesitamos organizarnos? ¿qué es organizarse? ¿por qué luchamos? ¿por qué necesitamos organizarnos como clase? ¿por qué la clase obrera surge y se organiza cuando nace el capital? ¿por qué en el siglo XXI vuelve a crecer la sobre-explotación? Son preguntas básicas que otros se plantearon -y respondieron- en 1848.
Una camarada reflexiona que, tanto en aquel momento como en un período muy posterior, la clase obrera se organizó porque, obviamente, sufría unas condiciones de explotación que eran palpables, pero también porque había una conciencia de que se pertenecía a una clase social. El problema es que esa conciencia se ha ido diluyendo. Ese es uno de los campos de batalla que tenemos ahora mismo, el de reconstruir la conciencia de clase. En su entorno laboral, convive con trabajadores -que pueden estar en situaciones muy precarias como la de los becarios- que provienen de clase trabajadora, pero no se consideran clase trabajadora porque tienen empleos de cuello blanco. No perciben que su situación es de explotación extrema, incluso trabajando sin contrato. Pero como se ha impuesto la visión individualista, la competencia, todo está perfectamente integrado. Los intentos de unirse han quedado abortados cuando muchos dijeron que ellos preferían buscarse la vida por su cuenta. La conciencia de clase es algo prioritario a reconstruir; transmitir el mensaje de que el depender de un salario, más pequeño o más grande, con un tipo de contrato o con otro, te une en unos intereses comunes con otros trabajadores. La batalla de la conciencia hay que darla.
Otro participante retoma una apreciación de un interviniente anterior. Cree que hay que diferenciar dos tipos de lucha. Cuando vamos a un centro de trabajo experimentamos problemas comunes, tenemos enfrente la figura de un patrón, y no es difícil que de forma más o menos espontánea (con todas las dificultades y todas la lentitudes) termine surgiendo la lucha y la organización sindical ante algún conflicto. Se podría decir que eso no es imprescindible siquiera fomentarlo, porque va a surgir como consecuencia de determinadas situaciones objetivas. Incluso podríamos aventurar que esa organización sindical evolucionará poco a poco para ser más efectiva, ya que la experiencia directa con los problemas hace aprender de los errores. Esa organización sindical es necesaria, y sin ella los retrocesos nos llevarían aún más deprisa por el camino de la proletarización. Sin embargo, sin intención de menospreciarla, esa lucha no es la que estamos tratando en esta reunión. En esta reunión estamos hablando como comunistas y nos estamos refiriendo a una organización política. La organización política tiene que hacer ver que lo que surge espontáneamente y se percibe como un problema concreto en un lugar de trabajo concreto, tiene unas raíces -que hemos sacado a la luz en los últimos textos- sociales de clase y actúa a un nivel más amplío que el problema con mi jefe capitalista concreto. En estos momentos esa es la lucha que hemos perdido de manera más clamorosa. En estos momentos, en la discusión política, todas las partes esgrimen razonamientos burgueses que se han instalado en todas las organizaciones que antes pertenecían a la clase trabajadora. Los partidos con siglas que apelan a lo Obrero, a lo Comunista, han interiorizado todo el discurso burgués. Nuestro objetivo más importante sería volver a resituar el discurso de clase de estirpe marxista.
El interviniente se pregunta también si la perspectiva de la tarea no nos está infundiendo un respeto que nos bloquea. El vernos tan pocos con la responsabilidad de volver a poner en marcha una organización que hace unas décadas aglutinaba a cientos de miles, nos puede hacer pensar que intentarlo es una osadía por nuestra parte o que a lo mejor no estamos a la altura. Sin embargo, piensa que debemos verlo desde nuestra modestia y desde la experiencia que nos da el saber que, en el pasado, otros comunistas se organizaron desde abajo y desde el grupo minoritario. En el EEC somos pocos, estamos muy concentrados en Madrid, lo que hace que los que están fuera se sientan poco arropados, pero piensa que en el EEC hemos levantado una voz que ha centrado los problemas de una forma que es poco habitual en el panorama actual. Dentro de nuestros medios, hemos mantenido un discurso de clase que daba explicaciones donde otros daban relatos, hemos dado una explicación marxista, política y de largo alcance a la manera en la que se manifiestan en estos momentos los problemas puntuales del capitalismo. Hemos conseguido dar significado a todo lo que ocurre, lo hemos enlazado con los ataques diseñados durante las últimas décadas, basando eso a su vez en la necesidad del capital para mantener su tasa de beneficios, etc. Estamos montando un discurso en el que explicamos las cosas de una manera distinta a como lo está explicando la burguesía, y lejos de los lugares comunes de la izquierda parlamentaria. Deberíamos quitarnos cualquier complejo y pensar que nosotros somos organización. Tenemos que ver qué hacemos bien y qué es mejorable, ver cómo podemos crecer, qué podemos aprender de experiencias del pasado, etc., pero ya somos organización.
Otro asistente reflexiona sobre las organizaciones en las que él ha participado durante su vida. No han sido solo políticas, sino también vecinales, sindicales, etc. Desde su perspectiva, estas organizaciones han perdido su carácter asociativo y se han convertido en prestadoras de servicios. La gente acude a ellas en busca de un servicio que necesitan en ese momento. Al final las organizaciones entran en el engranaje de la prestación de servicios con carácter capitalista, y su labor se va concretando en eso. Según su punto de vista los trabajadores han caído en el individualismo, todos se definen como clase media y solo se preocupan por conseguir el aquí y ahora momentáneo. Piensa que para construir el socialismo hace falta “el hombre y la mujer nuevos”, algo que no se ha llegado a crear ni siquiera en los lugares donde una revolución ha llegado a triunfar. Se pregunta cómo hacemos para construir hombres y mujeres nuevos, incluso para transformarnos en ellos nosotros mismos. Lo lógico sería acudir primero a los más explotados, pero aunque hay muchas condiciones objetivas para encontrar explotados, el problema es que la apariencia del capitalismo esconde la explotación, oculta los conflictos de clase, y el primer paso debería ser hacer ver su condición de explotados a los que ya sufren las condiciones objetivas. El trabajador tiene que saber que está explotado, pero también tiene que saber la fuerza que tiene si se lanza a retar al poder que tienen otros. Para avanzar en ese camino es importante la formación, pero no solo la formación de otros, sino la propia. Es la forma de poder ganarse a esos otros. Tenemos que tener convicción en la fuerza que da la organización, y sabiendo que somos pocos, debemos trabajar para ser más. Se trata de transformar esas cabezas, con formación y con actividad, algo que no tiene nada que ver con competir en prestar más servicios que otra organización.
Un camarada piensa que hay conceptos en los que es conveniente pararse porque sirven para reflexionar sobre el trabajo organizativo. Uno de ellos es el que ha aparecido varias veces y en varias formas, acerca de la clase para si, la identidad de la clase o la conciencia de la clase. Varias veces se ha afirmado en la reunión que la conciencia de clase ya no existe. El camarada sospecha que muchas veces la conciencia de clase ha sido más el resultado de la construcción desde las organizaciones que una identidad surgida de la nada. Si no hubieran existido los primeros agitadores comunistas, posiblemente no habría aparecido la conciencia de la clase. En ocasiones los comunistas funcionamos mucho con presupuestos que acabamos convirtiendo en clichés y terminan reflejando una falsedad. Si tú vas a un barrio de trabajadores y te pones a hablar de los medios de producción, posiblemente te miren como a un marciano. Entre nosotros está bien que utilicemos las categorías marxistas porque nos sirven para saber de qué estamos hablando, pero hay veces que estaría bien que saliéramos un rato de las categorías marxistas para explicárnoslas a nosotros mismos y ver si así podemos explicar después mejor. Si tú a una persona que tiene un buen sueldo y se cree clase media, le haces ver que si pierde el trabajo se queda sin nada, esa persona comprende que antes que clase media es asalariado. Es importante hablar de forma que se nos entienda, porque tenemos un lenguaje tan esclerotizado que se rechaza. En ese sentido valora que los textos que escribe el EEC suenan lo suficientemente “frescos”, y que incluso cuando se utilizan categorías marxistas -no pide que se renuncie a usarlas-, se explican de forma que se entienden y se contextualizan. Muy mal iríamos si no somos capaces de hacernos entender entre nuestra propia clase.
Recuerda también cómo en muchas ocasiones la gente le ha dicho que se hicieron comunistas casi sin darse cuenta. Acudieron a algún grupo en busca de consejo por un problema laboral o en busca de formación, y con el tiempo se fueron integrando en la organización. Hay que evitar establecer distancias entre los comunistas y la clase, pues el llegar a ser comunista es un proceso de toma de conciencia, y no podemos obligar a nadie a tener que dar un salto en el vacío. El trabajador y el comunista organizado van uno junto al otro, y cada uno va aprendiendo del otro. Es verdad que si te vuelcas en lo sindical puedes perder de vista lo político, pero también es verdad que lo sindical es muchas veces el camino de entrada, y hay que estar atento para no levantar barreras y permitir que los trabajadores transiten. Sin ir más lejos, puede ser ese compañero de trabajo con el que te llevas bien, y con el que un día puedes establecer una charla (no un sermón) que vaya más allá de la politiquería parlamentaria burguesa. Quien dice el trabajo, dice el barrio, la universidad o cualquier otro sitio potencial.
Un camarada saca a colación un video de los que hay colgados en la página de formación del EEC. En ese video una camarada peruana pide a su auditorio (min 7:15) que le dé el nombre de un partido de las elecciones que se van a celebrar en breve en Perú, que esté hablando de transformar la sociedad peruana. La respuesta es que ningún partido -en unas elecciones a las que se presentan desde la extrema derecha hasta el Partido Comunista- hace un planteamiento así. ¿Cómo puede ser que hoy día los partidos comunistas no planteen un modelo de sociedad realmente distinta? Estamos absolutamente en manos de la ideología burguesa. Así pues, su incidencia la considera muy pequeña. Él intenta exponer a sus conocidos sus planteamientos, les pasa los documentos del EEC, e incluso hay quien ha mostrado interés. Pero la realidad es que después nunca encuentran disponibilidad para acudir a una reunión o a una charla. En muchos otros casos, mucha gente no quiere ni oír hablar de nada que parezca política, y por mucho que estén en la precariedad más absoluta, se consideran clase media por el hecho de tener diez euros para tomar unas cañas el fin de semana. Por último, no quiere ni siquiera pensar en contar con cierta gente que en principio podría parecer más receptiva -porque han estado toda la vida dando saltos entre puestos sindicales y de política local-, pero a los que considera totalmente corruptos de pensamiento y de obra.
La siguiente persona en intervenir cree que debemos evitar dar vueltas una y otra vez sobre lo difícil que es incidir en nuestro entorno. Es algo que ya sabemos, y el objetivo de una reunión no es hacer una terapia. La realidad que conocemos es que cada vez hay más asalariados, la explotación de éstos es más alta y la ideología burguesa es más hegemónica. Pero también hay gente -entre los cuales se encuentran todos los asistentes- que tenemos la obligación de plantearnos hacer algo, tanto por nosotros mismos como por los demás. Hemos analizado la situación de la clase trabajadora -por supuesto no con la profundidad que se merece-, hemos llegado a la conclusión de que las soluciones parlamentarias no nos hacen avanzar, y la pregunta al qué hacer solo puede ser una: tenemos que organizarnos. Eso es lo primero que se nos tiene que venir a la cabeza independientemente de cómo esté la clase trabajadora. La siguiente pregunta es cómo intervenimos para tratar de cambiar la situación de los trabajadores: mentalmente, económicamente e ideológicamente. Pero, primero, organicémonos según principios marxistas. Y no empecemos a hablar de partido o de cómo fueron o dejaron de ser los partidos pasados. Estamos en un tiempo nuevo, pero vivimos una explotación con los mismos fundamentos y con más fuerza que nunca. Y cuando decimos de hacer la organización no quiere decir que seamos la organización. Hay que empezar por nosotros, pero siempre pensando que hay más gente que se tiene que incorporar, y para eso tenemos que ser muy flexibles. No hay nada nuevo en esta afirmación. Una organización marxista es por esencia una organización flexible, que tiene unos principios a los que no renuncia, pero que se adapta a los sitios donde tiene que intervenir. Tenemos que tener cuadros, tenemos que tener militantes, tenemos que hacer trabajo en los barrios, y tenemos que hacer cosas nuevas. Para ello iremos probando, y nos equivocaremos, porque el marxismo no es una receta, pero a cambio nos brinda herramientas para aprender de los errores. Tenemos que plantearnos tareas que profundicen en la organización, que sean compatibles con las tareas actuales, y que no tienen nada que ver con montar un comité central.
El camarada propone una tarea. Plantea la realización de un taller al que pueda acudir cualquiera interesado, para enseñar de forma práctica cómo se puede intervenir en los espacios de trabajo, cómo se puede comenzar a montar organización en las empresas o en los barrios. Ya se presentó en una reunión anterior un folleto llamado “Venciendo la apatía”, que recogía múltiples ejemplos de situaciones y formas de actuar. Si hay interés de un grupo de personas, podemos trabajar en esa línea.
Lo que tenemos que tener claro es que no vamos a ganar nada por lamentarnos y fustigarnos. Ya sabemos lo mal que está la conciencia de clase y lo mucho que ha calado la ideología del capital, pero por quejarnos no va a cambiar nada. Solo cambiarán las cosas si intervenimos.
La siguiente persona en tomar la palabra considera que gran parte del problema se está concretando en cómo dar el siguiente salto. Cree que la experiencia del EEC cuando se creó vino dada por la ilusión que despertó en los participantes de aquel momento de que esto era como el “arrejuntamiento” de todos los comunistas; y piensa que en tres días ya se veían todos marchando de la mano. Pero desde los primeros textos se dejó muy claro de qué iba este invento. Ya sabemos que existen tropecientas organizaciones comunistas, y muchos hemos militado en alguna, pero el problema es más serio: ¿cómo intervenimos con la gente concreta?
Unas semanas antes veía a Pablo Iglesias en la tele hablando de los derechos de la Constitución. Y todos sabemos que es mentira, que la Constitución no da esos derechos. Es más, en la práctica los niega. A raíz de eso tuvimos que intervenir, y se explicó la situación real. Tenemos que explicar por qué nos explotan, por qué lo necesitan, por qué no tenemos derecho al trabajo, por qué no tenemos derecho a la vivienda, por qué no podemos tenerlo. Eso es intervención política.
Es verdad que necesitamos formarnos, y ello cuesta un esfuerzo. No solo como lectores. También hacen un esfuerzo aquellos a los que les toca escribir, que tienen que darle vueltas una y otra vez a los textos para que sean fáciles de entender y hagan que el lector se sienta identificado. Eso es intervención política.
Uno de los asistentes a la reunión lleva más de treinta años manteniendo abierto el local de una asociación vecinal próxima. Un local donde puede reunirse la gente normal y corriente. Igual ocurre con unos camaradas que han venido de Córdoba y también colaboran en mantener abierto un centro social. Eso también es intervención política.
A veces hay que intervenir en cuestiones no de fondo, pero que son necesarias porque la clase trabajadora necesita poder celebrar debates en locales de la clase trabajadora. Hay que intervenir en cosas normales porque no se puede crear una brecha entre comunistas y clase. Nosotros somos comunistas, pero somos clase. Y nadie tiene por qué identificarte con una persona que viene a dar el tostón a los demás, sino con alguien que acude e interviene en el día a día, desde un desalojo, hasta un asesoramiento laboral, poner una bombilla o ayudar a hacer la declaración de la renta. Si nos identifica el resto de la clase como que somos clase, pero que tenemos en momentos concretos la tarea de explicar, eso es organización. Si conseguimos explicar para que uno diga “¡Joder, lo acabo de entender!”, ese ya no vuelve a equivocarse, otra cosa es que deba evolucionar, pero ya tenemos un comunista en potencia organizado. La conciencia no viene porque la gente esté explotada, viene porque alguien le explica que está explotada. Si no explicamos a la gente que está explotada, la gente siente la explotación, pero no sabe por qué.
Y otra cosa es cómo nosotros mismos damos el salto hacia adelante y nos convertimos -como decía Lenin- en profesionales de la revolución, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
El otro día una camarada sindicalista le comentaba “para mi el sindicato es la pelea del día a día, pero no me explica lo que me explica el EEC”. Ese es el salto político que se hablaba antes. Cualquier trabajador que reivindica un día a día está dando el salto más fácil, porque el patrón está ahí plantándole cara en el despacho de al lado. El complicado -y es el que intenta explicar Lenin en el Qué hacer- es ese salto de la clase en sí a la clase para sí; ese es el salto más complicado que hay. Por eso nuestra intervención siempre debe ser explicativa, nunca descriptiva. Cuando alguien dice que luchamos por un salario digno se está confundiendo; nosotros sabemos que no luchamos más que por mejorar nuestras condiciones de explotación, así que nuestro objetivo final es acabar con el trabajo asalariado. ¿Alguien se imagina a Espartaco diciendo que luchaba por una esclavitud digna? Por eso explicamos en los textos que hemos publicado la diferencia entre explotación y sobre-explotación. Lo que llega a salir en los periódicos es la sobre-explotación, pero lo importante es darse cuenta de que la base del trabajo asalariado es la explotación, todos los asalariados están explotados. Posiblemente al que cobra tres mil euros será aquel al que más plusvalía le saca su empresa. Nuestra tarea explicativa es nuestra tarea organizativa. Cuanto más nos formamos, menos trabajo nos cuesta explicar.
Nos organizamos sobre principios claros, siendo el primero la contradicción capital-trabajo. Esa es nuestra tarea principal: explicarlo en nuestra intervención del día a día. Si conseguimos explicarlo podremos intervenir más. El salto del poder al contrapoder y, de ahí, al doble poder, depende de la capacidad de intervención que ganes. Se pregunta “¿Cuándo hubo en España doble poder?” Y él mismo responde: durante la Transición, cuando la clase obrera organizada fue capaz de imponer a Arias Navarro la mejor Ley de Relaciones Laborales posible en plena dictadura. Pero eso requirió dos millones de trabajadores en la calle organizados de forma consciente. Cuando tú tienes capacidad de doble poder, tú impones condiciones. Pero cuando somos un grupo pequeño, nos tenemos que limitar a ser pacientes y constantes, y en estos momentos estamos en la captación del uno a uno.
Nuestras tareas: formarse, leer, organizar, y llamarse comunista, que no pasa nada. Somos diversos, pero solo en la compresión de esa diversidad nos podemos respetar. Seamos honestos en el razonamiento: las cosas que no están razonadas no convencen, ni porque lo diga Lenin ni porque lo diga Marx. Los razonamientos nos tienen que explicar la realidad. Y, al que habla, la realidad se la sigue explicando a día de hoy Marx, no se la explica nadie más. Cada día El Capital está más vigente.
La siguiente persona que interviene quiere hacer algunos comentarios sobre el folleto presentado. El folleto ha sido una iniciativa interesante de un camarada y no es una elaboración colectiva del EEC. Ha sido elaborado recopilando manuales de organizaciones anteriores con más o menos años, textos de Lenin, etc. (incluye una sección con documentos de referencia). A lo mejor no ha sido editado de forma perfecta o incluye alguna frase que habría que adaptar con términos más modernos. Tampoco importa mucho porque es un documento interno. Pero es importante que, ya que está restringido a nosotros, hagamos el esfuerzo para captar su esencia sin dejarnos distraer por esos detalles de “envoltorio”. Hay veces que nosotros mismos caemos en la trampa de lo que supuestamente es moderno y es antiguo. Un ejemplo: en el texto se habla de la represión, y seguro que mucha gente pensaría que qué cosa más antigua hablar de la represión a los comunistas, como si estuviéramos en épocas pasadas de persecución. Esa gente está obviando que en estos momentos hay unas camaradas de Red Roja enjuiciadas por recoger fondos de ayuda al pueblo palestino, o que en la última huelga general hubo más de doscientos detenidos, etc. Es decir, nosotros mismos caemos en la trampa de pensar que determinados problemas de la clase trabajadora o de los comunistas son cosa del pasado.
Tenemos que darnos cuenta de que, más allá de que cambiemos la palabra “obrero” por “trabajador” o cosas así, lo importante es que se están describiendo conceptos o categorías que valían igual hace ciento cincuenta años que ahora. La vigencia de El Capital viene dada porque está explicando el capitalismo, y el capitalismo es el mismo desde que se escribió ese libro. Pueden haber cambiado manifestaciones superficiales (lo cual no quiere decir que sean menores) debidas al nivel de desarrollo de la técnica, las tendencias sociales, la herencia de luchas pasadas, etc., pero el fundamente, la lógica del capital que opera por debajo, es la misma. Nuestra necesidad es refrescar el lenguaje, y explicar la manifestación aparentemente distinta de estas mismas reglas en el contexto actual. Ahí está la importancia de la tarea de formación que nos está ayudando a comprender y a transmitir eso. También es importante que a la hora de leer el folleto se haga con perspectiva global. No vale leer la sección sobre la democracia como cosa independiente de la sección de los cuadros, porque cada una por un lado pueden dar la impresión de ser cosas contradictorias, pero si se lee el texto de forma conjunta se entiende. Y por supuesto, hay que hacer el esfuerzo de intentar situar los temas que trata en el contexto actual. Se podrá comprobar sin mucho esfuerzo que nada está fuera de lugar respecto a nuestras experiencias recientes ni en cuanto a las propuestas de intervención que nos sugiere. También se muestra interés por la propuesta que hizo un camarada anterior de realizar un taller para aprender prácticas de intervención en nuestro entorno laboral o vecinal.
Por último, cree que también tenemos dificultades cuando queremos plantear nuestra propuesta propia. Tenemos un discurso cada vez más elaborado y documentado de crítica al capitalismo; podemos desmenuzar la realidad y dar un diagnóstico muy certero de por qué el capitalismo actual y los gobiernos de turno actúan como lo hacen. Pero está claro que tenemos un problema, porque se cayeron los regímenes que se habían identificado como comunistas y no pisamos suelo firme cuando queremos presentar una alternativa propia. Eso se nos nota, ya que criticamos con bastante soltura el modelo social actual, pero no nos atrevemos a apostar por un modelo social alternativo. Es hora de que nos liberemos del peso de ese pasado, sin renunciar a aprender de su contexto, de sus realidades y de sus errores. Pero no podemos quedarnos parados más tiempo dudando. Ahora nos toca a nosotros. Tenemos que montar la organización con lo que tenemos, tenemos que analizar qué ideas de la propuesta comunista clásica nunca se han llegado a poner en práctica, tenemos que estudiar los errores que se cometieron en el camino y que torcieron el desarrollo, etc. Tenemos que aprender de nuestro pasado pero sin fustigarnos. Tenemos que dar alternativas mejores con todo lo que hemos aprendido, etc.
La interviniente que sigue recuerda que el EEC ya tiene un nivel nada desdeñable de organización. La sección de formación está muy consolidada y ya tiene mucho trabajo a sus espaldas. Estaría bien expandirla geográficamente, pero ya sabemos las limitaciones que tenemos. También el área de feminismo está intentado acumular más fuerzas tejiendo redes con grupos más diseminados. No es una organización del EEC, pero es una organización en la que el Espacio colabora sin ocultarse.
Aún así, habiendo ya cierta organización, no está de más profundizar en el tema, tal y como se ha hecho en la reunión presente. Considera importante diferenciar la figura del militante de la del activista, ahora que el mundo anglosajón califica de activistas a todo aquel que haga cualquier cosa en público.
En relación a la intervención anterior, apunta que para captar las semejanzas con el siglo XIX ya no es necesario hacer comprender complejas teorías sobre la esencia del sistema, sino que cada vez más la manifestación exterior de nuestro tiempo se muestra más parecida a aquella época. La proletarización avanza a un ritmo tan galopante que cada vez nos parecemos más a los obreros del siglo XIX, solo que con smartphone, y en un almacén de Amazon en lugar de una fábrica llena de máquinas de vapor. Hay que tener la precaución de no restringir el lenguaje mencionando unicamente términos como fábrica cuando el trabajo de hoy día se desarrolla no solo en la fábrica, sino en oficinas, en centros logísticos, como trabajo domiciliario a destajo, etc. Es una realidad muy compleja que, además, añade más dificultades a la organización.
Al hilo del tema propuesto en una intervención anterior, otro asistente recuerda que en la página de formación del EEC hay una sección sobre la propuesta de sociedad socialista. Una sección que incluye análisis de las experiencias que se han dado, y con propuestas actuales que se apoyan tanto en lecciones aprendidas como en las capacidades que nos brindan los avances técnicos. Recomienda también un texto de Maxi Nieto Fernández en el que hace un gran trabajo explicando lo que dice el capitalismo acerca de sí mismo, frente a lo que realmente es. Nuestra tarea es explicar esa diferencia. Ellos dicen que España es un estado social y democrático de derecho, y nosotros decimos que no. Ellos dicen que la democracia decide, y nosotros volvemos a negarlo. Nuestra propuesta pasa por que aquello que la burguesía dice y no es, sea. Lo que dice Maxi Nieto es que eso será posible cuando seamos capaces de organizar la vida en función de los intereses de la gente y no a partir de los intereses de la generación de valor y de plusvalor. Por supuesto que antes era más fácil transmitir esto. El camarada recuerda cuando decía su padre que si se metían tanto con la Unión Soviética es porque aquello debía de ser bueno. Hoy en día no existen referentes tan inmediatos y nos cuesta más.
Eso también explica por qué nosotros necesitamos partir de un hecho concreto y de una realidad concreta. Cuando nosotros hacemos una crítica al capitalismo no la hacemos desde un punto de vista moral, sino que lo hacemos desde su propia contradicción. Cuando hablamos de la contradicción capital-trabajo no estamos hablando de que los capitalistas son malos. No, los capitalistas nos explotan, y la explotación no es un concepto moral, es un concepto económico.
En cuanto a la represión, echa en falta un organismo permanente de protección de los comunistas (de los comunistas en general, no del EEC). Tenemos casos exagerados en cuanto al grado de las condenas. Hay que intentar retomar ese tema para intentar que se le dé un enfoque colectivo. No puede ser que cada uno de los represaliados esté con su cobertura particular. Habría que intentar dar un salto a algo permanente que nos permita atender cualquier circunstancia. La defensa de un trabajador, de un comunista es primordial. No hay que pedir a nadie que sea un mártir.
La siguiente persona en intervenir da por hecho que vamos a asistir a una continuación de esta reunión en futuras sesiones. Y cree que es importante que no nos vayamos de esta con la impresión de haber asistido a una representación en “el muro de las lamentaciones”, ya que él ve una gran utilidad en la conversación tal y como se ha desarrollado. Están saliendo problemas, dificultades, y eso es una herramienta que admiten utilizar incluso los que se dedican a vender el capitalismo para explotar a la clase trabajadora. Ellos lo llaman un cuadro DAFO: debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. Los problemas que están saliendo durante la reunión se encuadrarían entre las debilidades y amenazas, y un estudio inteligente de ellas debería servir para tomar acciones organizativas que corrigieran sus efectos. Cuando se diseña la organización desde una práctica comunista se hace de forma “laica”, y no hace falta replicar maquinalmente el modelo organizativo de los partidos comunistas al final de la Segunda Guerra Mundial ni el modelo del Partido Bolchevique, sino que te adaptas a la realidad que te rodea a ti en el momento presente. Sería necesario que en el acta de la reunión constaran todos los problemas que se han expuesto, porque en las siguientes sesiones en las que se avance en este tema habrá que dar respuesta a ellos. Es decir, de los problemas deben salir ciertas pautas del modelo organizativo.
El siguiente interviniente ahonda en el tema de la propuesta de futuro. Explica que cuando te has ganado la confianza de alguien y llegas al punto en que puedes hablar de un modelo de sociedad socialista o cosas así, te encuentras con el problema de que tienes que ser más honesto que lo que son los parlamentaristas. Tú no vas a decir “vótame, que yo te lo soluciono”, sino que sabes que tu propuesta lleva aparejada una confrontación social y, conociendo al capital, sabemos que no va a aceptar una mera confrontación dialéctica. Desde un discurso honesto, nuestro modelo de sociedad pasa por un período previo que no se prevé como un paraíso, y eso es un escollo muy importante para que cale nuestro discurso. Para que alguien decida afrontar ese paso hay que comprender que “nos va la vida en ello”, y eso es algo que no puede entender quien todavía cree en su poder de negociación individual, en su “compromiso con la empresa” o en las soluciones parlamentarias. ¿Cómo les ayudas a dar ese paso? ¿Qué le promete tu organización a alguien acostumbrado a preguntar por los “servicios” que se ofrecen, una “hartá” de estudiar y perder un día a la semana en reuniones y actos? ¿De qué lapso de tiempo hablamos, sabiendo que tratamos con personas que están acostumbradas a decir: quiero eso y lo quiero ya?
Siempre hay quien dice: “lo que tú pides es muy difícil”, porque la gente no quiere la violencia, y todos sabemos que el capital va a recurrir a ella queramos o no. Es cierto también que la cosa oscila según suben y bajan los ciclos económicos. Y cuando viene el ciclo de expansión y baja el nivel de intimidación, la gente -con dinero en el bolsillo- vota a los reformistas de Podemos e Izquierda Unida, que les engaña con lo del voto útil. No nos queda otra que ser enormemente didácticos y seguir con nuestro discurso, porque sabemos que detrás de esta tregua va a venir un palo todavía más gordo. En la próxima crisis se van a llevar por delante la mitad de lo que quede del ya maltrecho “estado del bienestar”. La Renta Básica, tan aplaudida por los progres, va a ser la excusa con la que se van a llevar por delante todos las prestaciones sanitarias, de jubilación, de desempleo y sociales. Evidentemente, tenemos que convencer de que las soluciones individuales no nos van a resolver nada de ninguna forma. Está de acuerdo con el camarada anterior en que no se puede engañar a nadie con un discurso dulcificado, y en esa linea tenemos que denunciar como falso el mensaje color de rosa de los parlamentaristas. La realidad que presentamos es que los trabajadores no podemos delegar en nadie, y tenemos que ser sujetos de nuestra propia historia.
La siguiente persona en intervenir cree que la reunión se debería haber desarrollado a partir de un texto previamente enviado, porque eso habría ayudado a centrar el debate. De hecho, el folleto que se ha entregado le parece un texto bueno que podría haber cumplido esa función. Es un documento que se centra en lo principal y en lo general, y que deja claro que las características concretas deben estar ligadas a las situaciones concretas. Piensa que el texto trata de recoger lo que ha sido esencial en los ciento setenta años de organizaciones obreras, algo imprescindible si no queremos tener que volver a partir de cero cada vez. Y, por último, no se limita a decir cómo propone las cosas, sino que explica de una forma pedagógica por qué cree que esa propuesta es la mejor.
Durante el debate ha oído hablar incesantemente acerca de la relación entre los trabajadores -incluso el pueblo en según qué reivindicaciones- y los comunistas. Ya decía el Manifiesto Comunista hace tantos años que la diferencia fundamental -que no hay muchas- de los comunistas con el resto de la clase es la de tener una visión general, y enfocar los problemas desde esa visión general.
Desde la Coordinadora se le explica que no se presentó documento porque el modo de trabajo que se pretendía promover es el mismo de la reunión de noviembre, en el que se dejó que el debate fluyera y marcara las pautas de lo que los camaradas identificaban como problemas y como retos. De la misma forma, vamos a tomar los apuntes de esta reunión y vamos a utilizarlos para ver cómo dar los siguientes pasos, incluido el de cómo reflejarlos en la Asamblea bianual del EEC, que debe celebrarse el año próximo. Hasta ahora hemos discutido de muchas cosas, pero nunca habíamos discutido de la organización comunista. No ha sido más que una manera de abordar esta tarea.